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En la localidad de Buñol se encuentra actualmente una de las diversas fábricas que la multinacional CEMEX posee en el Estado español. Antes de ser adquirida en 1992 por el capital mexicano, fue VALENCIANA DE CEMENTOS, una empresa propiedad de la familia de “los Serratosa”. Durante sus 100 años de historia desde su construcción, la fábrica de cementos ha sido para muchos, un símbolo y un eje fundamental en la actividad económica de un pueblo, Buñol, que desde principios del S. XX, lo confió todo a un tejido industrial basado en las numerosas fábricas de papel -de las cuales ya sólo queda una-, talleres mecánicos, y especialmente en su “niña bonita”, la cementera. Por tanto, a pesar de las posibilidades que tenía –su orografía y gran cantidad de agua- para desarrollar un tejido agrario, Buñol eligió en su día ser un pueblo industrial. Y eso es algo que en el actual contexto socioeconómico, le está pasando factura.

En las primeras décadas del S XX, ya existían problemas de Seguridad laboral (accidentes laborales, la muy habitual silicosis…) y de contaminación atmosférica provocados por una fábrica, “La Valenciana”, que llegó a emplear a 1700 trabajadores –hoy apenas hay un centenar- en una época en donde las máquinas no sustituían de una forma tan abrumadora a la fuerza de trabajo humana, ni los dividendos a repartir provocaban EREs y recortes en la plantilla de trabajadores. Ya en los años 80, se abandonó la fábrica original y se construyó la que actualmente explota CEMEX. Ahí asoma todavía la vieja fábrica de cemento blanco de camino a Madrid, cual fantasma en las laderas del valle de Buñol, esperando a que el tiempo y la natura, implacables, la engullan bajo tierra. Un viejo monstruo hecho de toneladas de cemento, amianto y hierro que ni “La Valenciana” primero, ni CEMEX después, se plantearon demoler y descontaminar.

El Medio Ambiente nunca ha sido la prioridad del Capitalismo extractivista-productivista. Hasta tal punto le han tenido sin cuidado a CEMEX las consecuencias medioambientales y de salud pública, que en cuanto pudo, y aprovechando que quedaba vacante el negocio de la gestión de residuos -al desestimarse, entre otros motivos por la presión popular de los y las buñolenses la instalación en Buñol de una Planta Incineradora- se hizo finalmente con un negocio al que las Administraciones públicas suelen rehuir porque requiere inversión e imaginación y no es rentable per se, pero que les viene de perlas a algunas cementeras, que aprovechan el proceso de incineración de estos residuos en sus hornos para ahorrar en combustibles convencionales y disfrazar estas prácticas altamente nocivas bajo el término eufemístico de “valorización”.

En los primeros años de CEMEX, se empezó a incinerar todo tipo de desechos en sus hornos, desde residuos urbanos, hasta la droga incautada en las redadas. Fue en 2004 cuando el gobierno autonómico del PP empezó a conceder a la cementera las llamadas “autorizaciones medioambientales” en las que se permitía incinerar otros tipos de residuos como harinas cárnicas, etc. Quedaba por tanto, oficializada la incineración. Pero parece que entonces, a la mayoría de los habitantes de Buñol (salvo alguna honrosa excepción de la que carecemos de los datos exactos y por eso no nombramos) no nos importó que se incinerara basura tóxica al lado de nuestro pueblo. A partir de entonces la administración siguió concediendo a la cementera mexicana más y más autorizaciones de este tipo en las que se aumentaba tanto la cantidad de residuos, como la clase de estos, cada vez más tóxicos. Tampoco entonces los vecinos del pueblo levantamos la voz contra estas prácticas. La ignorancia y la desinformación también jugaron su papel.

En 2011, viendo que no había ninguna resistencia por parte del gobierno autonómico y que la connivencia con éste era total, CEMEX se descolgó solicitando la enésima autorización para incinerar hasta 295.000 toneladas de residuos al año, entre urbanos (basuras de rechazo), tóxicos y peligrosos. El plan era muy ambicioso y una auténtica salvajada medioambiental: convertir CEMEX Buñol en la mayor macro-incineradora de Europa. En aquel momento, y gracias a un recurso de “Ecologistes En Acció del País Valencià” la autorización quedo en suspenso y todo quedó en un impass en el que el Gobierno autonómico del PP debía pronunciarse. Pasó el tiempo, nadie movía ficha y la autorización debía, o bien ejecutarse, o bien desestimarse. En ese contexto, en 2014 surge un grupo de vecin@s de diversos pueblos de la Comarca de La Hoya que, a través de la (in)formación recibida en charlas impartidas por Ecologistes en Acció, ve necesario organizarse en una Plataforma para defenderse y hacer frente a la problemática; su primer objetivo fue comunicarlo a todos los ayuntamientos y población en general, para paralizar definitivamente la Autorización que estaba pendiente.

En verano de 2014, ve la luz la Plataforma Aire Limpio La Hoya de Buñol&Chiva quien a través de campañas de difusión, sensibilización a la ciudadanía, e interpelación constante a las administraciones públicas, comienza a extender y divulgar una problemática que por otro lado, también se está dando en otros puntos del Estado y por otras multinacionales del sector cementero. Desde entonces, y tras múltiples reuniones, mociones aprobadas en Plenos municipales y las últimas dos concentraciones a principios de este año, que lograron reunir en Chiva y en Buñol a cientos de vecin@s, así como el gran ruido de una concentración en las puertas de la Conselleria de Medio Ambiente junto con la presentación en dos veces de unas 1000 firmas de particulares y grupos comarcales, la presión mediática llega al nuevo gobierno autonómico que se defiende con promesas a largo plazo; Un gobierno autodenominado “ecologista” que llevaba en su programa un plan ambicioso de gestión de residuos en el que prometía el cese de este tipo de actividades que suponen un claro peligro para la salud pública con el aumento exponencial de enfermedades pulmonares, cancerígenas, cutáneas, neurológicas y alérgicas en los habitantes de las zonas afectadas por los gases y las micro partículas finísimas que se emiten como consecuencia del proceso de incineración de estos residuos. Un gobierno del que hasta el momento, la Plataforma solo ha recibido buenas palabras, algunos gestos pero pocos avances en la erradicación definitiva de la incineración. Y es que no es lo mismo estar en la oposición, que gobernar y enfrentarse a los intereses de las grandes corporaciones.

La buena noticia es que, a pesar de que ni los ayuntamientos de la Comarca, ni la administración autonómica que es quien legisla a nivel medioambiental, están haciendo gran cosa por avanzar en la eliminación de estas prácticas nocivas, y además de que se han quemado más toneladas en el 2016 que en el 2015, nuestro pequeño pero combativo grupo de vecin@s, ha conseguido poner en el candelero un tema que por invisible y secundario que parezca –ya sabemos que los temas medioambientales interesan más bien poco al ciudadano de a pie- ha llegado a escocer a la multinacional y alarmar a un gobierno autonómico, que ya se está planteando, aunque sea muy lentamente, ir eliminando la autorización de la incineración, al menos de los residuos “tóxicos”, en las cementeras. Se ha logrado también que se hayan hecho algunas pequeñas mejoras en la fábrica para evitar al menos el derroche de polvo presente en Buñol.

 

Plataforma Hoya de Buñol-Chiva

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