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La nueva estrella mediática del firmamento neoliberal español, la Presidenta de La Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, se soñó un día Presidenta del Gobierno de España. El primer paso de la hoja de ruta diseñada por su asesor, el ínclito MAR, fue lograr la mayoría en las elecciones madrileñas (lo necesario), a lo que seguiría en el 2022 lograr la Presidencia del PP madrileño ( lo posible)a la espera de realizar lo imposible (defenestrar a Pablo Casado y vencer a Pedro Sánchez en las Elecciones Generales del 2023). Su estrategia electoral diseñada por su asesor, el ínclito MAR, se basaría en la exportación del modelo ayusiano neoliberal al conjunto del Estado o “patio trasero madrileño” y asimismo, enarbolar la bandera de las libertades individuales frente al “Estado Totalitario Socialista” en la creencia de que el electorado primaría “la España libre y moderna” ayusiana frente al vértigo de “la España rota y comunista” de Sánchez.

Sin embargo, el éxito electoral de Ayuso habría encendido las alarmas en Génova conscientes de que la previsible victoria de Ayuso como Presidenta del PP madrileño supondría la pérdida del control por Casado de una pieza estratégica en el andamiaje del PP nacional. En consecuencia, en la sede del PP nacional se habría gestado una operación para deslegitimar la figura política de Ayuso con el objetivo inequívoco de lograr que en el próximo Congreso del PP madrileño, el alcalde de Madrid, Almeida fuera elegido Presidente del PP de la Comunidad.

Así, el fuego amigo proveniente de la trinchera de García Egea habría aireado el presunto affaire del hermano de Ayuso en el que se le acusa de “múltiples contratos sin concurso público por parte del Gobierno de la Comunidad de Madrid durante la pandemia en favor de la empresa Priviet en las que trabajaba valiéndose de su condición de proveedor de la Consejería de Sanidad”. El objetivo de dicha filtración sería acusar a Isabel Ayuso de “trato de favor”, con lo que su aura política se viera seriamente afectada y emergería la figura impoluta de Almeida como candidato a la Presidencia del PP madrileño y tras su triunfo, Casado lograría que Ayuso quedara aislada en sus cuarteles de invierno de Puerta del Sol.

Por su parte, el objetivo de Pablo Casado era utilizar Castilla y León como trampolín para reforzar su liderazgo pero tras el eximio resultado obtenido por Mañueco, el esperpento de la votación de la Reforma Laboral y el portazo recibido en Europa en su estrategia de descalificar los Fondos Europeos, el liderazgo de Pablo Casado quedó en entredicho. Así, en el laboratorio de la Fundación FAES (cuya figura visible es el ex presidente Aznar) se gestó una operación para defenestrarlo consistente en el envío a Génova de un documento que presuntamente señalaba a Ayuso como cooperador necesaria en un trato de favor hacia la empresa de su hermano Tomás. La segunda pata de dicho complot consistió en el aviso a Ayuso de un posible espionaje por parte de Génova a la familia y ex consortes de Ayuso tras lo que aparecía Ayuso como víctima de una campaña ilegal orquestada por la cúpula de Génova.

Casado picó en el anzuelo y lanzó en un medio público las sospechas de presunta corrupción por parte del hermano de Ayuso lo que significó el detonante de su caída vertiginosa y su previsible sustitución por la figura de consenso encarnada en el líder del PP gallego, Feijóo como Presidente del PP nacional y futuro candidato a la Presidenta del Gobierno en las próximas Elecciones Generales del 2023, quedando Ayuso de momento presa en sus cuarteles de invierno de Puerta del Sol tras las acusaciones de presunta corrupción. En consecuencia, tras las elecciones del 2023, es previsible un acercamiento de las posiciones del PSOE y del PP siguiendo los dictados de los poderes económicos del establishment español que simbolizará el retorno del Bipartidismo y la condena al ostracismo de Vox, Unidas Podemos y los partidos nacionalistas vascos y catalanes y que procederá a la metamorfosis del Régimen del 78 mediante una reforma edulcorada de la actual Constitución vigente, siguiendo la máxima del gatopardismo (“Cambiar todo para que nada cambie”).

GERMÁN GORRAIZ Analista

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