Antonio Pérez Collado, CGT País Valencià i Murcia
Vivimos tiempos acelerados, en los que los libros gordos asustan mucho (los otros casi que también) y la información la ingerimos en pequeñas dosis, a través de las redes sociales, o nos basta con la uniformidad de los noticiarios televisivos y los titulares del periódico que ojeamos mientras tomamos un café en el bar.
Como tenemos tantas prisas (o tan pocas ganas de leer y reflexionar lo leído) los responsables de los grandes medios piensan por nosotros y nos prestan un gran servicio resumiendo la actualidad -la que ellos o las empresas que están detrás consideran que merece la pena ser difundida- y condensando lo noticiable en unos cuantos titulares llamativos, ocurrentes e irresistibles.
Pero estar informado a base de titulares tiene sus riesgos; el principal es que la complejidad, los matices, los antecedentes de una noticia no caben en una frase y, en el peor de los casos, el titular nos cuenta una versión parcial e interesada de lo que realmente pasa. Si no se desarrolla la noticia, si los medios nos escamotean otras visiones de lo sucedido, si los lectores no buscamos y contrastamos diversas fuentes informativas corremos el riesgo de enterarnos solo de la parte que quieren que sepamos o incluso de no enterarnos en absoluto.
En muchas ocasiones son los políticos los que acuden a sus ruedas de prensa con algunas frases que les han preparado sus equipos, con la evidente intención de que se conviertan en los titulares del día. Y claro, en esos precocinados titulares lo que se quiere es transmitir es la parte buena del informe, del acuerdo o de la ley que toque presentar ese día. La parte menos buena, los puntos negativos o las previsibles consecuencias de la noticia apenas son recogidos, no digamos ya analizados por los medios que se encargan de orientar nuestra opinión.
Lo dicho hasta ahora no es una novedad; lo estamos observando desde hace bastante tiempo. Pero en los últimos años el proceso ha experimentado un gran acelerón motivado por el desarrollo de las redes sociales y por la creciente ausencia de espíritus críticos entre los receptores de ese aluvión de noticias.
Sin llegar a los extremos de manipulación que han marcado hitos insuperables, como llamar operaciones por la libertad a las guerras -invasión de Ucrania, y mucho antes la de Irak-, rebajar a muertes lo que son escandalosos asesinatos (como el de la periodista palestina Shireen Abu Akle) o decir que al gobierno español le sigue preocupando el futuro del Sáhara cuando acaban de dejar a su pueblo en las manos nada inocentes de Mohamed VI, tenemos otros muchos ejemplos.
Entre lo más reciente y repetido se puede citar la euforia desatada con los datos de la contratación del mes de abril. Tanto la ministra Yolanda Díaz como todos los medios repitieron hasta la saciedad que de todos los contratos de trabajo firmados el 48`2% fueron indefinidos, pero no parece menos cierto -y eso se podía observar si se analizaban todo los datos facilitados- que de ellos el 60% corresponden a las modalidades de contratos a tiempo parcial y fijo discontinuo, que parece ser la estratagema de la patronal para zafarse de la nueva e insuficiente reforma laboral.
Algo muy parecido ocurre con los titulares que pregonan supuestas recuperaciones del poder adquisitivo de salarios y pensiones, cuando lo que ha ocurrido es que se ha modificado la forma de calcular el IPC -ahora se aplica la media de los últimos doce meses, en lugar de utilizar el índice acumulado de todo el año- lo que supone que, tanto sueldos como pensiones, suben para 2022 una media de dos puntos por debajo de los precios.
Y como último botón de muestra de estas prácticas, citaremos brevemente lo poco y mal que se está informando sobre la negociación entre los sindicatos mayoritarios, el gobierno progresista y la CEOE para implantar unos planes de pensiones de empleo (PPE) que representan el pistoletazo de salida para la privatización del sistema público de pensiones, desviando aportaciones de los trabajadores a unos futuros fondos de gestión privada, en lugar de impulsar y mejorar la gestión de la caja única. Los sindicatos UGT y CC.OO. y la patronal de la construcción se han apresurado a introducir estos fondos, antes de que los apruebe el parlamento, en el convenio.
Lo dicho: si no se explica todo, si no se lee más que el titular, la información es incompleta.