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Texto: Ángeles Sanmiguel
Cualquier ser vivo se pirra por gustar ya sea mediante un apoteósico croar, charlatanear,
mostrar un fascinante plumaje o hinchar pectorales, también “por la ley del combate”
se trata de seducir, algo que para ciertas unidades humanas equivale a llevar armas y,
¿qué decir del porte petulante y retador? Pero hete aquí que la cosa tiene su intríngulis
ya que cualquier mayúscula exteriorización a la par que incita a la elección, tanto en el
apareamiento como en el vivir del cuento, tiene riesgos ya que en todo ecosistema la
estentórea proclama de atributos suscita desde el españolísimo “pecado capital” de la
envidia, según catalogación del historiador Fernando Díaz-Plaja, hasta el espabile de
sentidos para el acecho, sin ir más lejos el murciélago se orienta por el canto de cortejo
de la rana macho convirtiéndolo en presa fácil, “los rasgos del croar del macho lo hacen
atractivo”. ¿Cómo percibe la belleza un individuo de otra especie, de otra cultura, de
otra clase social, de otro género? “¿Qué es ser un murciélago? “No nos podemos poner
en el lugar de murciélago, cada uno de nosotros tenemos un mundo perceptivo
diferente”. La supervivencia en su manifiesta sabiduría remodela una vez tras otra, era
tas era, las características de los seres como en el caso de ciertos grillos de Hawai que
han dejado de “hacer ruido” evitando convertirse en receptáculos de fecundación para
larvas de avispas. ¡En las cúpulas dominantes la parasitación también se patentiza!
Se dice que belleza es aquello que produce placer. ¿Qué mayor goce y beneficio
cognitivo que pasear entre la vegetación del Jardín Botánico valenciano? allí, el
director de la Cátedra de Cultura Científica de la Universidad del País Vasco, Juan
Ignacio Pérez, impartió la conferencia: “¿Es la belleza un criterio de verdad?”, en su
alocución confesaría el académico que “para alguien que se dedica a la ciencia el
concepto de belleza es doble”, va más allá del criterio puramente estético alcanzando la
abstracción con, por ejemplo, la estructura de doble hélice del ácido nucleico (ADN)
que “es bella porque encierra el secreto de la multiplicación de los seres vivos”, así
mismo otras entidades “son objetos científicos conceptualmente bellos”. La escritora
Ata Gomis en su novela “Samaria” puntualiza: “¿Se imagina entrar en el mundo
interior de un microbio? Puede ser apasionante. Seres tan pequeños y sorprendentes
podrán abrirnos la mente para evitar conflictos e incluso guerras e inspirarnos en formas
de economía y organización ciudadana”. ¿Acaso se pone en tela de juicio la belleza de
las flores? “Lo normal es que la mayor parte de las flores nos parezcan bellas, son
intrínsecamente bellas”, ¿rasgo objetivo? Flores que al producir un polen más
suculento para los insectos revolucionarían el mundo vegetal, “los colibríes son esclavo
sexuales de las flores, campeones polinizadores”.
Aterrizando en la cotidianidad de la población cabe reconocer que esta se encuentra
atrapada en un nada bello sistema de ineludible servilismo consumista llegando al punto
de no considerar como beldad cuanto no es mercantilizable. Walt Whitman ensayista
estadounidense, poetizando sobre la hermosura afirmaba: “Yo creo que una hoja de
hierba no es menos que el trabajo realizado por las estrellas (…) y que la rana arbórea es
una obra maestra digna de los escogidos (…) Y que la vaca que pace con la cabeza baja
supera a todas las estatuas”. ¡Cada vez quedan menos Whitman!

“Es un dinosaurio, uno de los antecesores de las aves” vivió en el planeta hace ciento
cincuenta y cinco millones de años y fue descubierto hace unas décadas asombrando al
colectivo científico, “lo que choca de esta ave son los colores” que al igual que en otros
múltiples casos tienen como “objetivo lisa y llanamente la belleza, mostrarse bello”
indica el conferenciante mostrando una proyección.
Con el advenimiento del armagedón de las macroplantas fotovoltaicas miles de
millones de seres vivos: insectos, vegetación, árboles, aves, mamíferos, anfibios,
reptiles e incluso peces, por colateralidad, verán arrasada su belleza vital bajo las
excavadoras, camiones y todo el arsenal destructor que el ser humano despliega cuando
de devastar se trata. Alzar la voz en defensa de tales parajes es ardua labor mientras la
molicie institucional se aposenta tras aguantar la primera avalancha de protesta popular
en defensa de territorios cultivables y forestales víctimas de un sistema sanguijuela,
ecocida, con salvoconducto oficial. ¿Qué será de la belleza del Parque Natural de
Doñana? Desde hace ya muchas décadas esta perfección natural recibe sangrantes
puñaladas traperas por parte de la Administración exhalando hálitos de muerte bajo el
abuso sin parangón en favor de toda ralea de intereses que van desde haber sido
utilizado como lugar de recreo para la élite a la intoxicación debida a urbanizaciones
próximas sin olvidar el progresivo saqueo del agua dejando construir un rosario de
pozos que sorben la esencia de tan paradisíaco paraje siempre bajo la mirada cómplice
de jerarquías autonómicas y nacionales. ¿Qué decir de los vertidos mortales, pesticidas
y plaguicidas, utilizados en cultivos y plantaciones adyacentes? ¿Cómo poder calificar
de bella la verdad cuando es tan nauseabunda? En mil novecientos setenta y cuatro el
escritor Luis Carandell tituló uno de su artículos: “La catástrofe de Doñana”, por aquél
entonces más de treinta y cinco mil aves eran abatidas, sin contar las enterradas en el
fango y aquellas que malheridas agonizaban tras las lindes de Doñana, al respecto el
ministerio pertinente haciendo uso de la tradicional acrobacia dialéctica proclamaría en
rueda de prensa que “estaba preparando una disposición para prohibir la caza de ciertas
especies en las inmediaciones de Doñana”. ¿Sin cambio de discurso tras medio siglo?
Esotéricas y ambiguas promesas para asolar la belleza que pertenece al pueblo, ¡que
grima! Espátulas, patos reales, patos cuchara, gaviotas picofinas, tercetas, malvasías y
otras especies migratorias enumeradas por el también periodista antes citado siguen
estando, junto al resto de especies que aun pueblan el planeta, en el objetivo del mayor
animal depredador y torturador: el ser humano que, como personaje de videojuegos,
morirá matando. ¿Por qué durante tantos años nadie ha vigilado, fiscalizado y protegido
realmente un área tan a las claras castigada por la avaricia y el despotismo? ¿Acaso
entienden su belleza como posesión particular? ¿Por qué entidades oficiales
responsables de la salvaguarda son entes espectrales que aparecen y desaparecen según
conveniencia? ¿Realmente defienden la naturaleza nacional esas administraciones, sus
titulares y tentáculos, o son el enemigo en propia casa? “Dudo mucho que alguno de
nosotros tenga ni la más vaga idea de lo que supone la realidad de la existencia de algo
que no sea nuestro ego” juzgaba el astrofísico británico Arthur Eddington. El ego es una
verdad consolidada nada bella que metaboliza energías con la finalidad de atropellar
otras vidas sin consideración ni remordimiento.
Raquel Ortells conductora del evento y profesora de Ecología en la Universidad de
Valencia preguntaría: “¿Cómo perciben la belleza los animales?”, esos otros seres,
“animales que encuentran la belleza desde el servicio”, animales tan ineludibles que una

vez completamente extintos dejaran en la más absoluta insignificancia al devastador
animal humano, de nada servirán granjas de clonación ni abrumadores avances en
genética ya que el orbe humano será un reducto sin verdad, sin belleza, vaticinado hasta
en distopías audiovisuales y literarias donde no hay aves, ni peces, ni ninguna clase de
otros seres vivos.
¿Qué estrategia evolutiva desarrollaría el ser humano con sus absurdas ortodoxias
censoras en situación análoga a la de fosa abisal? Existe un pez en tales profundidades
que ha progresado en función del hábitat certificando que “por lo difícil de encontrar
pareja ahí abajo, el macho se convierte en un apéndice de la hembra, cuanto más abajo
más probable que la especie tenga este tipo de comportamiento”. Muchas son las
incógnitas científicas a través de los siglos, Darwin “no entendía la cola del pavo real”
con ese asombroso derroche de belleza, ejemplares que en los jardines de Viveros
viven enjaulados en un mínimo reducto, indefensos ante la necedad humana de quienes
metiendo las manos por entre la verja cogen sus plumas o les echan golosinas y restos
de comida, ¿dónde la vigilancia para su defensa? ¿Por qué en China pueden volar ante
el público en bandadas continuamente protegidos del vandalismo y aquí están en
constante peligro? Ciñéndose a lo sentenciado por la artista Lola Flores, por mucho que
se intente “la verdad siempre sale a flote como la gota de aceite en el vaso de agua”,
aunque divulgar la verdad como en el caso del periodista Julian Assange, cofundador de
la organización mediática sin ánimo de lucro WikiLeaks, cueste la libertad y la vida.
John Keats, poeta inglés del Romanticismo, esgrimió que. “la belleza es verdad y la
verdad es belleza, esto es todo lo que necesitas saber”. ¿Alguna disensión al respecto?
Evidentemente. ¿Qué belleza puede haber en la trágica verdad del asesinato de personas
ancianas recluidas en residencias de la tercera edad a las que se les negó el traslado a
centros sanitarios abandonándolas a la más ignominiosa soledad e infame desamparo
hasta el último estertor e incluso después de morir? En palabras del médico español
Gregorio Marañón: “Por la ciencia, como por el arte, se va al mismo sitio, a la verdad.
Y quizá el verdadero fin es nunca llegar”.

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