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“Cuando llegué a Valencia parecía San Francisco, estábamos con todas las luchas” dijo Irene  presente en el espacio social y cultural La Repartidora durante un coloquio  organizado por la Asamblea Feminista de Valencia y el Colectivo de Feminismo y Memoria Arada. “Gracias a vosotras puedo disfrutar mi libertad”. “¡Las feministas siempre tenemos que ser rebeldes!” comentaron dos asistentes. Procedente de Onteniente una joven abogaba por “visibilizar la realidad de las mujeres rurales” mientras otra chica, puesta en pie,  afirmó: “Las más jóvenes  estamos muy orgullosas de luchar con vosotras, habéis sabido avanzar juntas”.

“¿Cómo ha sido para vosotras  la lucha feminista como mujeres, como boyeras?”, preguntaba  la moderadora del encuentro, antropóloga valenciana y educadora social, Eva Mompó a las conferenciantes. “Después de mi primera experiencia sexual pensé, ¡ya estoy aquí! yo pensaba que todas las lesbianas eran feministas, ¡que chasco!”, Angels  relata  experiencias que por traumáticas,  gracias a su discurso, se tintan socarronamente. Como participantes del movimiento feminista “queríamos que nos reconociesen porque teníamos una identidad propia” aunque con estratos y así supo de “las lesbianas puras, ¿qué es eso de ser puras?” se preguntaría,  “estoy hablando de lesbianas de alto nivel” que en muchos casos pasaban inadvertidas al entorno  familiar y social. “Existían  esos espacios seguros, generalmente de gais” a los que acudir en los legendarios años ochenta, “sitios donde había mirillas para ver quien entraba” mientras que en la calle “nos decían de todo, boyeras, camioneras” nadie se libraba de “la discriminación en la calle, la familia, el trabajo, queríamos ir cogidas de la mano y eso no se podía consentir y ¡las hostias que nos pegaban! íbamos  a esos espacios seguros pero queríamos ir a espacios heteros, íbamos en grupo, protegiéndonos, a pesar de todo nos lo pasábamos muy bien, pasaron los años y ya no se necesitaron mirillas, ¡no podemos dar un paso atrás!”. La Cetra fue “el primer local de travestismo en Valencia” apunta Angels, “a finales de los sesenta”. Los denominados “guetos gais”, según relata el bibliófilo LGTBIQ+ y agitador sociocultural Juan Barba  en el libro La Margot. Un paseo por el transformismo valenciano, “constituyeron espacios de resistencia frente al silencio y rechazo de una sociabilidad heteronormativa, a pesar del acoso  de los grupos reaccionarios”, a lo que apuntar lo relatado por Rafa Marí  en La ruta de los noctámbulos de la Cartelera Turia: “Diversos representantes del fascismos están atacando el Gueto”. Dos mujeres que “formaban pareja  y no sólo artística. Conocidas como  el dúo Las Latinas (…) deciden crear su propio espacio artístico  cargadas de experiencias e ideas (…) entre los asiduos  al local  se encontraba  (…) el famoso Juan Izquierdo, modisto de alta costura valenciano y uno de los integrantes de lo que se denominó Elcírculo de Bétera, escribe Barba.

“Tampoco soy estrictamente de pedigrí, yo ya era lesbiana, sólo hace tres años que sé que soy cis (identificación  con la asignación sexo-genérica), me he quedado como nací, soy lesbiana pero soy cis”. La sociedad adiestrada en parámetros  convenientes para los diferentes estamentos de poder a través de los siglos, siempre ha sido de fácil manejo y engatusamiento por lo que es usual escuchar que “la bisexualidad es una fase, todo eso es lo que hemos aprendido”. ¿Cómo la actualidad del siglo veintiuno puede verse envuelta  en iguales contextos de crítica y censura que hace  de medio siglo? Corría el año ochenta y uno cuando se organizó la besada” por la defensa de los derechos de las mujeres, “El País puso que quinientas (mujeres) estaban en la besada, detrás de la besada también hay lesbianas, ¡también hay guapas!, si las heteros quieren derechos ¿por qué no las lesbianas? Todas aprendimos de todas”. Relacionarse en cualquier ambiente sigue rituales establecidos por lo que  ocio, vida social, laboral o afinidad activista  permiten las relaciones, “primero con las amigas de las amigas, había dos sitios  donde ligar: en los bares de ambiente y en el movimiento feminista”. Cuando  un local  abría sus puertas se podía comprobar que “había de todo como el rincón de la boyera mayor, también conocimos  los bares de ambiente en Latinoamérica”. Fue en América Latina  donde “hubo una fractura  con el tema trans” negándoles la entrada a mujeres trans en locales. (María van Antwerpen) Jan van Ant) natal de Breda (Países Bajos), en el siglo dieciocho, declararía sobre su género: “Por naturaleza y carácter un hombre; pero, en apariencia una mujer”, escribiendo: “A menudo me llenaba de ira  que la madre naturaleza me hubiera tratado con tan poca compasión contra mis inclinaciones y las pasiones de mi corazón”, según recogen Rudolf M. Dekker y Lotte van de Pol en su obra conjunta.

“La homosexualidad simplemente forma parte de mí y no puedo imaginarme amando a un hombre  (…) evidentemente sé que por naturaleza  todos los humanos son bisexuales y que la heterosexualidad nos ha sido inculcada (…) con el tiempo  también empecé a comprender  que los hombres homosexuales tiene problemas distintos  de los que se plantean  a las mujeres homosexuales pues nuestro problema también viene dado  por nuestra condición de mujeres” le relata  una entrevistada  a la escritora  y periodista alemana Alice Schwazer. ¿Hasta cuándo mujeres  dentro del sistema temerán  la diversidad? “Aunque parezca raro, según se muestra ante nuestro tribunales, la homosexualidad es cosa de hombres (…) muy posiblemente , la explicación remite al convencimiento de que, por ser mujer, aunque sea lesbiana,  carece de apetito sexual (la homosexualidad femenina es un entretenimiento momentáneo mientras  llega la virilidad de un macho ejemplar (…) la situación la corrige  en cuanto quiera la presencia  de un varón como Dios manda” recoge Juan J. Ruiz-Rico  criticando  el concepto generalizado de tribunales y sociedad en “El sexo de sus señorías”

“Feminismo blanco, burgués, que no llegaba a personas  más precarizadas” había que solucionarlo  y “de ser cuatro mujeres dando codazos hemos conseguido  logros, que hayan caras de mujeres y que hayan compañeros  que sean capaces  de escuchar donde nos aprieta el zapato, de vez en cuando  hay un nuevo cierre de filas, si no vamos codo con codo, ¿hacia dónde caminamos?”, estamos construyendo lucha que vale la pena, construir desde abajo” esgrime Emilia otra de las charlistas. Incomprensiblemente “mujeres libres estaban contra el aborto” y la subsiguiente penalización de otras mujeres abocadas  a la interrupción de sus embarazos o por abortos espontáneos. ¿Cómo es posible  esa  tesitura entre mujeres? “Llegó el PSOE y no tuvo valor o tenía todo el sistema tras de sí” ante la ley del aborto, la lucha  que la mujer en España no ha cejado exigiendo “que hubiera una ley del aborto libre”, pero “la Iglesia se ponía seria”, ¿Qué realidad existe en profesionales  de la medicina respecto al aborto? “Algo super hipócrita la objeción de conciencia, algunos ganaban un dineral en privado y luego se negaban en público”. ¿Qué decir de “mujeres que estaban recibiendo violencias muy fuertes”.   ¿Tan arraigados están, aún el siglo veintiuno, los poderes misóginos y enseñanzas machistas que anulan criterio y libertades? “No es justo que las mujeres estemos condenadas a criar hijos y marido” escribe la antes citada Schwarzerquien  confiesa que “el feminismo  no es un  partido ni una organización, sino la expresión de una consciencia”. “Lo fundamental es la lucha por el derecho al aborto, hacíamos abortos en el ochenta y cinco, esa lucha era muy creativa, vino el PSOE y nos puso  la ley de supuestos, llegó Gallardón en dos mil catorce y seguimos en la lucha” hay que tener en cuenta “lo que significa para  el patriarcado  el decidir sobre tu cuerpo” comenta Teresa quien  afirma  que “ya pasó el tiempo de las que se creyeron la trampa de la igualdad”. ¿Quién luchó por las presas políticas? “Nunca nos planteábamos quién barría los cascotes del techo de cristal”.  A partir del año dos mil  el movimiento LGTBI se afianza en Valencia  con el “día  de la visibilidad lésbica, tuvimos que ponerle nombre, no somos conscientes de la importancia del lenguaje”. Mariana Urueña intervendría recordando que en los Premios de Igualdad  del Ayuntamiento “todo el lenguaje era en masculino, lo daba un hombre”

El feminismo en su inicio “era subversivo”. Mati afiliada a Comisiones Obreras “trabajaba para que las mujeres obreras tuvieran  mejores condiciones, cabe reconocer  el trabajo  que hicieron en aquella época”, relata el caso de UNOSA y su oferta de trabajo para auxiliar de mina “hubieron siete mujeres que pasaron las pruebas pero no las dejaron trabajar, para que no trabajasen  de noche, si su marido trabajaba no hacía falta que trabajasen, al cabo de un año se presentaron ciento veinte mujeres y se quedaron cuatro”, informa. “Yo soy puta ¿y qué?”. “Está prohibido que alquiles una habitación a una prostituta” continúa  refiriendo. “Hay que definir la trata tanto para el trabajo sexual como para recoger la fresa, es complejo y complicado, mujeres que no tienen derechos, no estoy hablando  de regulación, quieren unos derechos”. Mónica García Massagué, doctora en Ingeniería Multimedia, en su libro: “Historia de los burdeles”  informa que “la trata de seres humanos para la explotación sexual  ha existido siempre  (…) en el siglo XXI este negocio debería estar abolido, y sin embargo, nunca ha habido un número tan grande de personas esclavizadas con este fin. Después del negocio de las armas  y de las drogas, es el negocio sucio más lucrativo que existe”. ¿Por qué “cuando el PSOE sube al poder el movimiento feminista se deshace”?

“Son necesarios los grupos de mujeres a día de hoy, las lesbianas  comenzamos a exigir nuestro lugar” ya en el año setenta y nueve, “en el ochenta y cinco iba a la Casa Verda, había un colectivo de lesbianas, nació la Casa de la Dona” posteriormente  se abrió la librería “Sal de casa” configurándose una asociación y las jornadas de “Ara que tincvintanys”, de ahí nació Lesbiabanda, en un momento de cambio  surgen “Dones Payasas”. ¡Valencia  se agita! Mati  comenta que “se consideraba  que las mujeres  eran una clase social uniforme, si estaban en un partido dominaban los hombres, las mujeres eran diferentes porque eran anatómicamente diferentes, no agresivas, los hombres eran agresivos”. ¿Por qué surgen disputas entre activistas? Porque como en toda colectividad e incluso en cualquier dúo: “Mis deseos son buenos, los tuyos, amiga mía, son cutres”. “La familia es una de las formas de reprimir a la mujer” sentencia Emilia, perteneciente a una organización anarco sindicalista, “las mujeres migrantes hacen faenas que muchas no hacemos, en un momento dado se han sumado a nosotras, el trabajo de la mujer es muy importante”. Sigmund Freud  en “Un recuerdo infantil de Leonardo da Vinci”, escrito en mil novecientos diez, especifica: “aquello que ha sido reprimido  y permanece inconsciente  no puede ya ser  corregido por experiencias posteriores”.

Texto: Ángeles Sanmiguel

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