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La otra mañana, reparé en Desde el jardín, de Kosinski (adaptada posteriormente al cine
como Bienvenido, Mr. Chance); y, pensé que era el momento de transponer esa crítica
ácida a la política local oriolana, en concreto, a un edil.
El protagonista de la novela es un jardinero formado desde niño junto a su amo que,
además, es incapaz de reconocer nada que no tuviera que ver con su jardín o sus
programas de televisión favoritos. Obligado a dejar la casa de su patrono tras su
muerte, gana accidentalmente la protección de un influyente millonario. A medida que
interviene en diversas conversaciones, adquiere fama de sabio al soltar diversas
digresiones sobre las estaciones en la jardinería o reproducir frases que ha oído en
televisión, haciendo creer así a sus interlocutores que sus palabras son agudas
parábolas cuando, en realidad, su cabeza está vacía.
Lo primero que extraigo de esta idea es que la mejor línea a seguir es la más vaga
cuando solo se quiere proyectar la ideología propia y darse codazos de autosatisfacción;
y ésta es la baza que está jugando el edil de cultura, Gonzalo Montoya.
De esta manera, lo banal toma posición y se convierte en código. Si echamos la vista
atrás, podemos comprobar que desde su toma de posesión, el Sr. Montoya ha decidido
construir una quasi-nula agenda entorno a cuestiones de tan alto marcaje religioso y tan
corto recorrido que una se pregunta si acaso tiene a alguien alrededor que sea capaz de
hacerle pisar tierra y realidad, o si el conjunto de personas de las que se ha rodeado
(algunas usadas de cabeza de turco y despedidas tras las desacertadas decisiones del
regidor) solo observan su no-gestión y dan la callada por respuesta.
Su inoperante cometido comenzó a ver la oscuridad en octubre, al despojar a todas las
oriolanas/os, de la “Noche de las ánimas”. En sustitución, nos deleitó con “Requiem de
Mozart” en el Santuario de Monserrate, pero, sin duda, fue la experiencia más olvidable
para las niñas y niños de nuestro municipio.
¿Falta de trabajo o falta de voluntad? Eh ahí la eterna pregunta.
Si bien es cierto, que si en algo ha mejorado el Sr. Montoya en estos nueve meses es en
el valor de la discreción, ya que apenas es visto en su lugar de trabajo, el Ayuntamiento.
La ocasión en la que más se notó su presencia fue en un Consejo de administración de
Orihuela Cultural en el que presionó a uno de los consejeros para que votara a favor de
la propuesta que el edil traía a la mesa, un gesto que, desde luego, marcará
políticamente su paso por el Ayuntamiento.

Actualmente no se está oyendo su voz porque, después de este episodio, está
esforzándose en que así sea, ya que días después del altercado en el Consejo de
administración, España se hacía eco de que la “Fundación Miguel Hernández” no
recibiría este año, y por primera vez desde que fue validada a principios de los 2000, la
subvención anual de 6.000 euros destinados a sufragar los gastos del Premio
Internacional de Poesía Miguel Hernández. Además, a pesar de que desde el equipo de
gobierno señalaran que “rectificarían”, nada más se conoce a día de hoy.
La realidad es que la cultura que dirige el Sr. Montoya es una forma barata y eficiente
de mantener distancia con sus socios de gobierno y cabrear a la izquierda; pero lo que
resulta inasumible e inadmisible, es que el Sr. Vegara sea incapaz de frenar los pies a
quienes intentan controlar la guerra de valores que pretender reconstruir. La
ultraderecha trata de regresar a marcos morales que la sociedad ha superado y ya no
comparte desde hace lustros e imponérselos a una sociedad que ya no comulga con
ellos. En esa línea se pronunció Santiago Abascal en el mitin de cierre de campaña de las
últimas elecciones generales “hacemos lo que quieren aquellos que nos han dado la
confianza, y lo primero es cambiar las políticas culturales de la izquierda. Así es que
sepan que hemos llegado aquí, sí, para cancelar sus programas culturales; los hemos
cancelado, los vamos a cancelar y los cancelaremos”.
La ultraderecha ha aprendido del marxismo que reconquistar la hegemonía cultural es
un paso necesario para hacerse con el poder político, y es en este punto, donde el
alcalde debe, por una vez, actuar como tal y evitar que recurran a un pasado que
quieren reconstruir a su medida. Lo que no entiende el Sr. Montoya es que los
oriolanas/os no les “han dado la confianza”, no decidieron que formaran parte del
gobierno local, si no que fue el Partido Popular el que decidió que sean sus compañeros
de batalla durante esta legislatura por la necesidad de votos para la mayoría absoluta. Y
por eso, debería mostrar más respeto, si cabe, hacia la ciudadanía, que cualquier otro
concejal de la corporación.
Arte Sacro, Virgen de Monserrate, inversiones para dotar de más servicio de atención
en Iglesias…esas son las prioridades actuales del regidor, mientras prefiere reducir los
auxiliares bibliotecarios, dejar de lado a nuestro poeta más universal y a los jóvenes
privándoles del ocio aunque sea para una buena causa, además de eliminar el taller de
teatro de la ciudad y obviar que tiene una “herencia” de dos millones de euros de los
Fondos Europeos para mejorar el Turismo y el casco histórico de Orihuela de la que
todavía no ha dicho ni hecho nada. Los principios a los que el edil de cultura recurre son
arcaicos, aberrantes, indigeribles y repugnan a la mayoría de oriolanas/os.
La cultura en manos de Vox no ha hecho más que convertirse en la nueva Ley de Vagos
y Maleantes.

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