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«En BIOPARC Valencia se contribuye a la preservación del rinoceronte blanco sureño participando en el programa europeo de conservación (EEP) del rinoceronte blanco sureño y desde la Fundación BIOPARC en la protección de estos emblemáticos animales en sus hábitats.»

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Así se publicita el Bioparc, intentando alejarse del concepto tradicional de zoológico porque carece de jaulas y colabora con presuntos proyectos conservacionistas. Sin embargo, la realidad, tozuda, nos enseña que no hay ninguna manera humanitaria de mantener animales en cautividad y que no todas las cárceles tienen barrotes. 

El hábitat natural del rinoceronte blanco sureño está en el continente africano, poblando amplias sabanas en las que las especies herbáceas, principal alimento de estos animales, se acompañan de árboles dispersos, que proporcionan sombra para descansar, y de balsas de agua, pues son animales coquetos que gustan de disfrutar de baños de barro para mantener su piel en óptimas condiciones.

Presentan una elevada complejidad social: varias hembras y su progenie pueden conformar grupos temporales, mientras que los machos son solitarios y territoriales, cada uno dominando una gran extensión de terreno. Solo en la época de celo se acercan a las hembras con el fin de aparearse; si el cortejo tiene éxito, las parejas llegarán a reproducirse.Tras un período de gestación de dieciséis meses nace el pequeño rinoceronte, que a la hora de vida es capaz de mantener el equilibrio y seguir a su madre. con la que permanecerá hasta los tres años de edad, y tendrán que pasar cuatro años desde el primer nacimiento para que la hembra tenga a su segunda cría, lo que provoca que la tasa de natalidad de esta especie sea relativamente baja.El rinoceronte blanco es exigente en cuanto a sus requerimientos de hábitat, pues necesita terrenos llanos, cubiertos de arbustos y pastos; además, establece relaciones de simbiosis con otros animales habituales de la sabana como garcillas bueyeras, picabueyes piquirrojos y estorninos de El Cabo, que obtienen alimento en la piel de los rinocerontes y a su vez, los despojan de molestos insectos.

Es evidente que en un recinto limitado como el del Bioparc, resulta de todo punto imposible que estos animales puedan desarrollar su comportamiento natural; un escenario de cartón piedra, algunas palmeras y un estanque no pueden sustituir la inmensidad de la sabana africana, ni tampoco van a poder interaccionar con las otras especies que les suelen acompañar. Tampoco existen programas de recuperación más allá de mantener pequeños grupos reproductores para obtener más individuos que repartir a otros zoos.

Existen asociaciones dedicadas a intentar preservar los ecosistemas y que, en el caso del rinoceronte blanco sureño, están logrando mantener, e incluso incrementar, sus poblaciones, luchando contra la caza y el tráfico de especies, que son las principales causas de la desaparición de este y otros animales codiciados como trofeos. Los zoos justifican su existencia por una falsa conservación de especies, sin tener en cuenta el valor de la vida de cada animal ni el hecho de que lo que necesitamos conservar es el medio natural, el hogar de todos los animales, los humanos y los no humanos.

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