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Neoliberalismo 1

El tiempo de la nada:

Debemos asumir el tiempo de la nada, aceptar la derrota, cuando llegas a ese punto sin retorno, allí sí puede cambiar el paradigma.

La derrota prepara y moviliza, la esperanza alarga la agonía y te congela la rebeldía, quien diga que te ilusones miente (Ilusión: Imagen mental engañosa provocada por una falsa percepción de la realidad debida a la interpretación errónea de los datos que perciben los sentidos) y está buscando que no te centres en ese mundo que «es»… exactamente al revés de lo que nos han contado.

Hay que asumirse débil porque:

«La única esperanza de los vencidos es no esperar nada ya». Virgilio

El neoliberalismo no es la causa de la presente situación global, es más bien su resultado final de un capitalismo agotado por la falta de recursos y energías necesarias para su constante desarrollo.
El proceso surgió entre 1970 y 1980 con Margaret Thatcher (UK) y Ronald Reagan (USA) en el momento preciso en que, conocido varios estudios que los alertaban de los picos de extracción se irían terminando para 2030 (informe Meadows, MIT, de 1972), se vieron obligados a poner en marcha un plan diseñado como se iría pudiendo, para acometer o usurpar con guerras infinitas tanto los últimos espacios naturales como la posesión de las riquezas de otros estados en lo externo, como bajarse, y aún se les bajan, las alicuotas o impuestos para compensar las caídas de ganancias en lo interno, como también apoderarse de esos cuantiosos patrimonios y beneficios de las naciones (de los que nadie más dispone), y para lo cual debía tomarse el poder político (ahora en control absoluto) para así forzar una correspondencia entre la ecuación de rentabilidad y la seguridad jurídica hecha a medida para depredar como en casa y en familia.

Luego los inversores, como siempre, van a oscilar entre lugares que cobran impuestos altos pero ofrecen servicios acordes (UE), o sitios que cobran menos pero otorgan más libertades en contratar esos servicios (USA), nadie con pensamiento liberal queda prisionero en un punto inmóvil sin estas «economic possibilities».

Por lo tanto esta corriente extrema del capitalismo digitalizado lo que intenta es traspasar los límites del medio ambiente y es allí donde vemos el peligro total de estos verdaderos genocidas, porque quien no acepta la frontera de los ecosistemas antes respetados, ya no sólo estamos ante explotadores de las y los obreros, sino como los nuevos nazis atacando el planeta con su tecnología, convirtiendo países en ruinas, obligando a migrar sin rumbo pueblos completos, toda esta máquina de destrucción masiva, debe ser extirpada del cuerpo social como lo único que es: un verdadero cáncer cuya fuerza arrasadora parace no tener freno.

Es por ello que debemos tomar el concepto de extinción como un eje central, como un tren que debe ser detenido.

Así nos surje que el producto final del capitalismo es la nada, la muerte, y esa nada es una nueva forma de batalla cultural a emprender, una especie de empoderamiento social secreto que ya no reconoce el capitalismo como un ente demoníaco a enfrentar, sino como una muerte suspendida, sin esperanzas, un halo virtual rechazado en el inconciente, que durante décadas se ha intentado razonar con «ellos» mediante el ritual de la democracia, con campañas y elecciones, pero con la temible obsesión de comprender que ese contrato social del pasado se ha roto, se ha diluido y no volverá.

Y mientras las y los políticos se suceden unos a otros, y ministros, y jueces y generales y arzobispos y funcionarios, pasan y ascienden en su carrera profesional y su clase, mientras las multinacionales se concentran a niveles impensables (el Grupo financiero BlackRock posee 10 veces el PIB de España o 20 PIB argentino), el común de la gente cae rendida y ya no cree, lentamente primero y luego en caída libre dejará de votar y mostrar entusiasmo (así cayó el Imperio Romano).

La nada es el nuevo paradigma circular.


Es la toma de conciencia de un envejecimiento de la energía, de la concentración mental que deja paso a la depresión y la inconstancia del «devenir», esa característica del individuo cuyo anhelo es llegar, arribar o convertirse por voluntad en el ser deseado. Hoy nadie «desea», hoy todo parece haberse detenido en un limbo existencial que no halla consuelo ni asume su papel en un tiempo y espacio.

La pandemia aceleró el estigma, lo estranguló, muchas personas no quieren vacunarse por enfrentar el sistema, ya no les importa la salud ni la ciencia, quieren revancha, es paradógico que en Francia el porcentaje de negacionistas (38%), sea similar a los que sí votan (41%), quedando el resto (21%) entre uno y otro bando, despertándose con optimismo por la mañana y siendo una total desesperanza por la noche.

¿Qué va a suceder con nuestras hijas e hijos?

¿Cómo modificar este «devenir»?

Aceptada la derrota, ahora endurecidos, se pasa a otra forma de entender el sistema.

                                           continuará... 

Oscar Cusano

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