1. Leningrado. El despacho privado del teniente de alcalde de la ciudad. Un
    corresponsal de un canal de televisión municipal entrevista a un joven funcionario del
    equipo de Anatoly Sobchak. En el encuadre aparece un hombre con cara de niño y camisa
    blanca. Detrás de él se ven persianas, un televisor, una lámpara de escritorio, un teléfono,
    carpetas abiertas con papeles. El típico mobiliario de oficina soviético. Pero falta algo. La
    voz del periodista informa de que ayer vio un busto de Lenin en la oficina, pero hoy ha
    desaparecido. ¿Qué ha ocurrido?
    «Me cuesta responder qué ha ocurrido. Porque debió hacerlo uno de mis ayudantes»,
    responde el funcionario. – Si le interesa mi opinión sobre este hombre, sobre la doctrina que
    supuestamente representaba, diría que […] no es más que un hermoso y dañino cuento de
    hadas. Es dañino porque su realización o el intento de realizarlo en nuestro país ha
    causado un gran daño a este. Y en este contexto, me gustaría hablar de la tragedia que
    estamos viviendo hoy. A saber, la tragedia del colapso de nuestro estado. No hay otro
    nombre para ello que tragedia. Creo que los personajes del Octubre de 1917 pusieron una
    bomba de relojería bajo el edificio del Estado unitario que se llamaba Rusia. ¿Qué hicieron?
    Dividieron nuestra patria en principados separados, que antes ni siquiera aparecían en el
    mapa del mundo, asignaron gobiernos y parlamentos a esos principados y ahora tenemos lo
    que tenemos […] En gran parte es culpa de esas personas, lo quisieran o no.
    El funcionario del ayuntamiento de San Petersburgo que arremetió contra el legado de la
    revolución y contra Lenin personalmente con una crítica tan mordaz, fue Vladimir Putin, de
    39 años. Más tarde, cuando ya había asumido el cargo de Presidente de la Federación
    Rusa, repetiría en numerosas entrevistas y discursos la idea de que el colapso de la Unión
    Soviética fue «el mayor desastre geopolítico del siglo XX» y que los culpables de este
    desastre fueron los revolucionarios aventureros, deseosos de realizar sus sueños utópicos a
    cualquier precio, o más bien, al precio de desmantelar el antiguo Estado Ruso.
    Putin reproduce el mismo concepto en su histórico discurso del 21 de febrero de 2022, en el
    que se proclaman las bases ideológicas de la invasión a Ucrania, que comenzó tres días
    después.
    “Pues bien, empezaré con el hecho de que la Ucrania moderna fue creada en su totalidad
    por Rusia, o para ser más precisos, por la Rusia bolchevique y comunista. Este proceso
    comenzó justo después de la revolución de 1917. Lenin y sus camaradas lo hicieron de una
    manera muy dolorosa para Rusia, al separar, al quitar tierras históricamente rusas.”
    ¿Por qué se eligió 1917 como punto de partida de este recorrido histórico? ¿Por qué no la
    antigüedad profunda o, por el contrario, algunos acontecimientos más cercanos al
    presente? La revolución fue un punto de inflexión que, según Putin, predeterminó los
    desafíos que ahora enfrenta Rusia. Y que él está, por así decirlo, destinado a abordar
    ahora.
    ¿Qué hizo la revolución? Putin da más detalles. La revolución invadió un orden de cosas
    milenario: el Imperio Ruso «uno e indivisible». De la noche a la mañana abolió siglos de
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conquistas territoriales del imperio, concediendo a los pueblos oprimidos el derecho a la
autodeterminación. He aquí su principal «pecado».
“Fueron estas ideas leninistas — de hecho, de un sistema de Gobierno de Estado
confederado — y el lema sobre el derecho de las naciones a la autodeterminación hasta la
secesión, las que formaron la base del Estado soviético”, dice Vladimir Putin. – …Justo aquí
surgen inmediatamente varias preguntas. Y la primera de ellas, de hecho, que es la
principal: ¿por qué fue necesario con tanta generosidad satisfacer todo tipo de ambiciones
nacionalistas que crecían sin límites en las afueras del antiguo Imperio? […] ​​y dar a las
repúblicas el derecho a separarse del Estado unificado sin ninguna condición?”
Parece que Putin no entiende -o finge no entender- que la acuciante cuestión de las
«afueras nacionales» oprimidas por el Imperio ruso fue uno de los factores impulsores de las
tres revoluciones de principios del siglo XX. El orden de la Rusia imperial zarista había
quedado obsoleto y los cambios no podían eludir la cuestión nacional, que también exigía
una solución. Las contradicciones que se habían acumulado hasta 1917 ya no giraban en
torno a cómo y para qué preservar la «una e indivisible», sino más bien, sobre si el imperio
debía dividirse en una serie de estados nacionales o encontrar unos principios de
coexistencia fundamentalmente nuevos y mucho más igualitarios.
Los revolucionarios de aquellos tiempos creían sinceramente en la posibilidad de un nuevo
mundo sin opresión de ningún tipo, incluyendo la opresión imperial de unos pueblos por
otros, y con su lucha, ellos intentaban acercar la llegada de ese mundo. Para Putin,
reconocer la subjetividad de los pueblos del antiguo imperio significa dilapidar los territorios
conseguidos tras siglos de guerras conquistadoras. Mientras que, para los propios
revolucionarios era todo lo contrario: una resolución de las antiguas contradicciones nacidas
de esas mismas conquistas. Liberar a los pueblos de la opresión imperial era, para los
revolucionarios, la encarnación de sus ideas y convicciones de una nueva sociedad, libre de
los vestigios del pasado.
«…los principios leninistas de construcción del Estado resultaron ser no sólo un error, sino,
como suele decirse, mucho peor que un error. Tras el colapso de la URSS en 1991, esto se
hizo absolutamente obvio», dijo Putin, «…como resultado de la política bolchevique, surgió la
Ucrania soviética, que incluso hoy en día puede llamarse con razón ‘Ucrania de Vladimir
Lenin’. Él es su autor y arquitecto».
Por supuesto, Lenin no ha creado ninguna Ucrania. Ucrania, sus movimientos políticos y
sus masas populares en aquel momento ya se habían convertido en un factor real, no sólo
de la política rusa, sino también de la política internacional. Al reconocer la subjetividad de
Ucrania y su derecho a la autodeterminación, Lenin simplemente reconoció una situación
fáctica que ya no podía ignorarse. Y Putin no puede perdonar al líder bolchevique por ello.
Sin reconocer la subjetividad ucraniana y el derecho a la autodeterminación, difícilmente
habría sido posible reagrupar los territorios del antiguo imperio en una sola unión estatal.
Lenin lo entendió muy claramente. Es indicativo que en su borrador del nuevo Estado,
incluso la palabra «Rusia» estaba ausente – la nueva entidad se llamó la «Unión de
Repúblicas», en la cual a la República Rusa se le dio prácticamente la misma posición que a
los otros miembros de la unión. Nada tenía que recordar el pasado imperial. Sin conceder a

Ucrania unos amplios derechos nacionales, sólo habría sido posible mantenerla en una
especie de «Gran Rusia» – con la que Putin, en retrospectiva, sueña – por fuerza bruta,
¿siquiera era posible?
Cabe destacar que, en su discurso del 21 de febrero, Putin ataca de forma más agresiva los
primeros años del poder soviético, cuando las ideas revolucionarias estaban frescas, la
gente estaba entusiasmada y la política se guiaba más que nunca antes o después por
principios e ideales en lugar de por un cinismo calculador. Al mismo tiempo, Putin saluda el
alejamiento de los principios proclamados por la revolución en tiempos de Stalin como una
vuelta a cierto «orden natural de las cosas»:
«…la vida misma demostró enseguida que no era posible mantener un territorio tan grande y
complejo ni gobernarlo según los propuestos principios amorfos y de facto confederales. […]
[Los acontecimientos posteriores] convirtieron los proclamados pero inviables principios del
Estado en una mera declaración, una formalidad. Realmente las repúblicas de la unión no
adquirieron ningún derecho soberano, esos derechos sencillamente no existían. En la
práctica, se creó un Estado estrictamente centralizado y totalmente unitario.”
En el alejamiento de las ideas revolucionarias sobre la igualdad de las naciones, Putin ve
una vuelta a la buena y vieja Rusia «una e indivisible», y esto es claramente de su agrado.
Pero un retorno total ya no era posible. La «inmundicia revolucionaria» fue puesta por Lenin
en los cimientos mismos del nuevo Estado.
«Y, sin embargo, es una pena, una gran pena, que las fantasías odiosas, utópicas,
inspiradas por la revolución, pero absolutamente destructivas para cualquier país normal, no
fueran expurgadas a tiempo de los cimientos básicos, formalmente legales, sobre los cuales
se construyó todo nuestro Estado.»
Es difícil entender a qué se refiere Putin con «cualquier país normal». Si se trata de imperios
coloniales basados en conquistas sangrientas y en el sometimiento de otros pueblos,
entonces tales estados difícilmente pueden llamarse normales o incluso viables en el
contexto histórico actual.
La Primera Guerra Mundial puso fin a cuatro grandes imperios: el otomano, el
austrohúngaro, el alemán y el ruso. Tras la Segunda Guerra Mundial, desaparecieron en el
olvido todos los restantes: el británico, el francés, el portugués, el belga, el holandés, el
italiano y el japonés. No, el imperialismo en el sentido leninista no desapareció: su forma
colonial-imperial fue sustituida por unas formas de influencia y control extraterritoriales más
sofisticadas.
El único estado gigantesco que heredó casi todas las conquistas territoriales del antiguo
imperio fue la Unión Soviética con su famosa ⅙ parte de la superficie terrestre. Pero
consiguió recomponer y preservar esa unidad estatal durante otros 70 años, no gracias al
concepto imperial, sino al contrario, debido al rechazo del mismo.
La idea de una unión de repúblicas socialistas era precisamente que los trabajadores de
diferentes naciones se unieran voluntariamente en tal unión para lograr un objetivo común:
construir una nueva sociedad, sin explotación ni opresión. Asimismo, el modelo elaborado

por Lenin preveía la escalabilidad de esta unión. Según su idea, a la unión debían unirse
cada vez más repúblicas, en las que triunfaría la revolución, sin que la Rusia histórica
tuviera por qué seguir siendo su punto de montaje. Su centro podría ser, por ejemplo, la
misma Alemania, si allí triunfase la revolución proletaria. Lenin veía el resultado como una
unión de repúblicas a escala mundial.
Además, la creación de la URSS en el formato de 1922, no era el plan inicial de los
bolcheviques. Su surgimiento fue el resultado del fracaso de las expectativas iniciales: una
revolución mundial. La derrota de la revolución proletaria en Europa y su confinamiento en
el territorio del antiguo Imperio Ruso es la principal tragedia del proyecto socialista del siglo
XX. Ya que, junto con el territorio del antiguo imperio, la URSS heredó muchas
contradicciones y vicios difíciles de resolver, inherentes al proyecto anterior que había
existido en estas tierras.
El cierre del proyecto socialista dentro del antiguo Imperio Ruso condujo naturalmente,
aunque no inevitablemente, a una percepción – tanto interna como externa – de la URSS
como sucesora y continuadora del Estado Ruso. Como consecuencia, se produjo una
recaída en las contradicciones nacionales: el gobierno central empezó a ver en la
consolidación de las culturas nacionales y en la soberanía de las repúblicas una amenaza
para la unidad del proyecto, mientras que en la cultura rusa y en la continuidad del Estado
Ruso se veía una especie de base cimentadora.
¿Habría sido posible el resurgimiento de estas tendencias si los contornos del Estado
socialista se hubieran desarrollado en otras configuraciones y no se hubieran parecido a la
antigua Rusia imperial? Probablemente habría sido una historia muy diferente. Pero en el
caso de la URSS, resultó que varias generaciones, tanto dentro como fuera del país,
crecieron con la convicción de que las palabras «Unión de Repúblicas Socialistas
Soviéticas» y «Rusia» son prácticamente sinónimas. Putin es una de esas personas.
«Después de todo, ¿qué es el colapso de la Unión Soviética? Es el colapso de la Rusia
histórica llamada la Unión Soviética», dijo Vladímir Putin en el documental «Rusia. La historia
moderna» en diciembre de 2021.
Tal vez lo único positivo que Putin ve en el proyecto soviético es precisamente el hecho de
que este proyecto se encerró en el marco del antiguo Imperio Ruso y, con el tiempo, al
apartarse de sus principios «utópicos» originales, volviendo a algunos de los rasgos del
imperio, convirtiéndose en el heredero del Estado Ruso. En otras palabras, Putin ensalza
justamente los rasgos más reaccionarios de la URSS que adquirió durante su compleja
formación, y critica precisamente las ideas en las que se basaba la unión: igualdad y
fraternidad de todos los pueblos, auténtico internacionalismo, odio a la autocracia y al
enorme poder, odio a la depredación y a las guerras de conquista, un auténtico espíritu
democrático que llevó a las masas populares a la política.
Característicamente, en las interpretaciones sobre las que se construye el mito nacional
ruso contemporáneo, la victoria de la Unión Soviética sobre la Alemania nazi no es una
victoria de las ideas del humanismo y el igualitarismo sobre las ideas del antiigualitarismo y
el antihumanismo radicales, ni una victoria de la víctima de la agresión sobre el agresor. En
la mitología estatal actual, es una victoria de la «Rusia histórica» sobre Alemania, sobre

Europa, sobre el Occidente. El triunfo del Estado Ruso y la expansión de sus fronteras. Al
igual que la revolución y la retirada de la Primera Guerra Mundial, según Putin, no es un
rechazo a participar en la carnicería imperialista, sino una vergonzosa rendición de la «Rusia
histórica», un puñal traicionero en la espalda del Estado por parte de los fanáticos utopistas.
Un atentado contra el Estado Ruso y su semidesintegración.
«Durante la Primera Guerra Mundial, los bolcheviques deseaban la derrota de su patria, y
cuando los heroicos soldados y oficiales rusos derramaban sangre en los frentes de la
Primera Guerra Mundial, alguien sacudió Rusia desde dentro y llegó al punto de que Rusia
como Estado se derrumbó y se declaró perdedora a favor del país perdedor [Alemania]. Una
tontería, una locura, pero así sucedió, ¡fue una traición total a los intereses nacionales! Hoy
en día aún hay gente así», dijo Putin en el campamento juvenil Seliger en agosto de 2016.
De las citas anteriores no es difícil deducir la sinceridad con la que Putin achaca los
problemas de Rusia a la «maldición de la revolución». Mientras que en la Ucrania de hoy
acusan al proyecto soviético de ser «demasiado de Rusia», Putin aprecia exactamente eso
[si no exclusivamente eso] en el proyecto soviético. Mientras que en Ucrania dicen que
Lenin no dio a los ucranianos una auténtica autodeterminación, Putin le acusa de lo
contrario: de haber dado a Ucrania demasiada libertad.
Volvamos a la pregunta del principio. ¿Por qué el discurso del presidente ruso previo a la
invasión fue una pura blasfemia contra la revolución? Porque es precisamente en la
revolución donde él ve la verdadera raíz de las desgracias de Rusia. Pero ahora no se limita
a acusar a Lenin de traicionar a Rusia y de cometer crímenes contra su integridad imperial.
Putin decide que es hora de corregir los «errores peores que errores» de Lenin y revertir el
derecho de los ucranianos a la autodeterminación, ese «tres veces maldito» legado de la
revolución.
«¿Queréis la descomunización? Pues nos parece bien. Pero como se suele decir, no hay
que quedarse a mitad de camino. Estamos dispuestos a demostraros lo que significa para
Ucrania la verdadera descomunización».
El 24 de febrero, los tanques rusos entrarían en Ucrania para despojar a su pueblo de su
estatalidad, una de las conquistas más importantes de las revoluciones de principios del
siglo pasado.
24 de febrero de 2023
Andriy Movchan
activista de izquierdas ucraniabo

La liquidació del llegat de la Revolució com a ideologia de la invasió russa

  1. Leningrad. El despatx privat del tinent d’alcalde de la ciutat. Un corresponsal d’un
    canal de televisió municipal entrevista un jove funcionari de l’equip d’Anatoli Sobtxak. A
    l’enquadrament apareix un home amb cara de nen i camisa blanca. Darrere seu es veuen
    persianes, un televisor, un llum d’escriptori, un telèfon, carpetes obertes amb papers. El
    mobiliari típic d’oficina soviètic. Però hi falta alguna cosa. La veu del periodista informa que
    ahir va veure un bust de Lenin a l’oficina, però avui ha desaparegut. Què ha passat?
    «Em costa respondre què ha passat. Perquè ho ha hagut de fer un dels meus ajudants»,
    respon el funcionari. – Si li interessa la meva opinió sobre aquest home, sobre la doctrina
    que suposadament representava, diria que […] no és més que un bell i nociu conte de fades.
    És nociu perquè la seva realització o l’intent de fer-ho al nostre país li ha causat un gran
    mal. I en aquest context, m’agradaria parlar de la tragèdia que vivim avui. És a dir, la
    tragèdia del col·lapse del nostre estat. No hi ha cap altre nom per a això que tragèdia. Crec
    que els personatges de l’octubre del 1917 van posar una bomba de rellotgeria sota l’edifici
    de l’Estat unitari que es deia Rússia. Què van fer? Van dividir la nostra pàtria en principats
    separats, que abans ni tan sols apareixien al mapa del món, van assignar governs i
    parlaments a aquests principats i ara tenim el que tenim […] En gran part és culpa
    d’aquestes persones, ho volguessin o no.”
    El funcionari de l’ajuntament de Sant Petersburg que carregava contra el llegat de la
    revolució i contra Lenin personalment amb una crítica tan mordaç, era Vladímir Putin, de 39
    anys. Més tard, quan ja havia assumit el càrrec de President de la Federació Russa,
    repetiria en nombroses entrevistes i discursos la idea que el col·lapse de la Unió Soviètica
    va ser «el desastre geopolític més gran del segle XX» i que els culpables d’aquest desastre
    van ser els revolucionaris aventurers, desitjosos de fer realitat els seus somnis utòpics a
    qualsevol preu, o més aviat, al preu de desmantellar l’antic Estat Rus.
    Putin reprodueix el mateix concepte en el seu històric discurs del 21 de febrer del 2022, en
    què es proclamen les bases ideològiques de la invasió a Ucraïna, que va començar tres
    dies després.
    “Doncs bé, començaré amb el fet que la Ucraïna moderna va ser creada íntegrament per
    Rússia, o per ser més precisos, per la Rússia bolxevic i comunista. Aquest procés va
    començar just després de la revolució de 1917. Lenin i els seus camarades ho van fer d’una
    manera molt dolorosa per a Rússia, en separar, en treure terres històricament russes.”
    Per què es va triar el 1917 com a punt de partida d’aquest recorregut històric? Per què no
    l’antiguitat profunda o, per contra, alguns esdeveniments més propers al present? La
    revolució va ser un punt d’inflexió que, segons Putin, va predeterminar els desafiaments que
    ara enfronta Rússia. I que ell està, per dir-ho així, destinat a abordar ara.
    Què va fer la revolució? Putin en dóna més detalls. La revolució va envair un ordre de coses
    mil·lenari: l’Imperi Rus «un i indivisible». De la nit al dia abolí segles de conquestes
    territorials de l’imperi, concedint als pobles oprimits el dret a l’autodeterminació. Heus aquí el
    seu principal pecat.

«Van ser aquestes idees leninistes -de fet, d’un sistema de Govern d’Estat confederat- i el
lema sobre el dret de les nacions a l’autodeterminació fins a la secessió, les que van formar
la base de l’Estat soviètic», diu Vladímir Putin. – …Just aquí sorgeixen immediatament
diverses preguntes. I la primera, de fet, que és la principal: per què va caldre amb tanta
generositat satisfer tota mena d’ambicions nacionalistes que creixien sense límits als afores
de l’antic Imperi? […] i donar a les repúbliques el dret a separar-se de l’Estat unificat sense
cap condició?”
Sembla que Putin no entén -o fingeix no entendre- que la qüestió urgent de les «perifèries
nacionals» oprimides per l’Imperi rus va ser un dels factors impulsors de les tres revolucions
de principis del segle XX. L’ordre de la Rússia imperial tsarista havia quedat obsolet i els
canvis no podien eludir la qüestió nacional, que també exigia una solució. Les
contradiccions que s’havien acumulat fins al 1917 ja no giraven al voltant de com i per què
preservar la «una i indivisible», sinó més aviat sobre si l’imperi s’havia de dividir en una sèrie
d’estats nacionals o trobar uns principis de coexistència fonamentalment nous i molt més
igualitaris.
Els revolucionaris d’aquells temps creien sincerament en la possibilitat d’un nou món sense
cap opressió, incloent-hi l’opressió imperial d’uns pobles pels altres, i amb la seva lluita, ells
intentaven apropar l’arribada d’aquell món. Per a Putin, reconèixer la subjectivitat dels
pobles de l’antic imperi significa dilapidar els territoris aconseguits després de segles de
guerres conqueridores. Mentrestant, per als mateixos revolucionaris era tot al contrari: una
resolució de les antigues contradiccions nascudes d’aquestes mateixes conquestes.
Alliberar els pobles de l’opressió imperial era, per als revolucionaris, l’encarnació de les
idees i les conviccions d’una nova societat, lliure dels vestigis del passat.
«…els principis leninistes de construcció de l’Estat van resultar ser no només un error, sinó,
com sol dir-se, molt pitjor que un error. Després del col·lapse de la URSS el 1991, això es
va fer absolutament obvi», va dir Putin, » …com a resultat de la política bolxevic, va sorgir la
Ucraïna soviètica, que fins i tot avui dia es pot dir amb raó ‘Ucraïna de Vladímir Lenin’. Ell és
el seu autor i arquitecte».
Per descomptat, Lenin no va crear cap Ucraïna. Ucraïna, els seus moviments polítics i les
masses populars en aquell moment ja s’havien convertit en un factor real, no només de la
política russa, sinó també de la política internacional. En reconèixer la subjectivitat d’Ucraïna
i el seu dret a l’autodeterminació, Lenin simplement va reconèixer una situació fàctica que ja
no es podia ignorar. I Putin no l’hi pot perdonar.
Sense reconèixer la subjectivitat ucraïnesa i el dret a l’autodeterminació, difícilment hauria
estat possible reagrupar els territoris de l’antic imperi en una sola unió estatal. Lenin ho va
entendre molt clarament. És indicatiu que al seu esborrany del nou Estat, fins i tot la paraula
«Rússia» estava absent – la nova entitat es va anomenar la «Unió de Repúbliques», en la
qual a la República Russa se li va donar pràcticament la mateixa posició que als altres
membres de la unió. Res no havia de recordar el passat imperial. Sense concedir a Ucraïna
uns amplis drets nacionals, només hauria estat possible mantenir-la en una mena de «Gran
Rússia» – amb què Putin, en retrospectiva, somia – per força bruta, i ni això tan sols era
possible?

Cal destacar que, en el seu discurs del 21 de febrer, Putin ataca de forma més agressiva els
primers anys del poder soviètic, quan les idees revolucionàries estaven fresques, la gent
estava entusiasmada i la política es guiava més que mai abans o després per principis
ideals, en lloc de per un cinisme calculador. Alhora, Putin saluda l’allunyament dels principis
proclamats per la revolució en temps de Stalin com una tornada a cert “ordre natural de les
coses”:
«…la vida mateixa va demostrar de seguida que no era possible mantenir un territori tan
gran i complex ni governar-lo segons els proposats principis amorfs i de facto confederals.
[…] [Els esdeveniments posteriors] van convertir els proclamats però inviables principis de
l’Estat en una mera declaració, una formalitat. Realment les repúbliques de la unió no van
adquirir cap dret sobirà, aquests drets senzillament no existien. A la pràctica, es va crear un
Estat estrictament centralitzat i totalment unitari.”
En l’allunyament de les idees revolucionàries sobre la igualtat de les nacions, Putin veu un
retorn a la bona i vella Rússia “una i indivisible”, i això és clarament del seu gust. Però un
retorn total ja no era possible. La «immundícia revolucionària» va ser posada per Lenin en
els fonaments mateixos del nou Estat.
«I, no obstant, és una pena, una gran pena, que les fantasies odioses, utòpiques, inspirades
per la revolució, però absolutament destructives per a qualsevol país normal, no fossin
expurgades a temps dels fonaments bàsics, formalment legals, sobre els quals es va
construir tot el nostre Estat.», proclama Putin.
És difícil entendre a què es refereix Putin amb “qualsevol país normal”. Si es tracta d’imperis
colonials basats en conquestes sagnants i en el sotmetiment d’altres pobles, aleshores
aquests estats difícilment poden anomenar-se normals o fins i tot viables en el context
històric actual.
La Primera Guerra Mundial va posar fi a quatre grans imperis: l’otomà, l’austrohongarès,
l’alemany i el rus. Després de la Segona Guerra Mundial, van desaparèixer en l’oblit tots els
altres: el britànic, el francès, el portuguès, el belga, l’holandès, l’italià i el japonès. No,
l’imperialisme en el sentit leninista no va desaparèixer: la seva forma colonial-imperial va ser
substituïda per unes formes d’influència i control extraterritorials més sofisticades.
L’únic estat gegantí que va heretar gairebé totes les conquestes territorials de l’antic imperi
va ser la Unió Soviètica amb la seva famosa 1/6 part de la superfície terrestre. Però va
aconseguir recomposar i preservar aquesta unitat estatal durant 70 anys més, no gràcies al
concepte imperial, sinó al contrari, a causa del seu rebuig.
La idea d’una unió de repúbliques socialistes era precisament que els treballadors de
diferents nacions s’unissin voluntàriament en aquesta unió per assolir un objectiu comú:
construir una nova societat, sense explotació ni opressió. A més, el model elaborat per
Lenin preveia l’escalabilitat d’aquesta unió. Segons la seva idea, a la unió s’hi havien d’unir
cada cop més repúbliques, en què triomfaria la revolució, sense que la Rússia històrica
tingués per què continuar sent el seu punt de suport. El seu centre podria ser, per exemple,
la mateixa Alemanya, si hi triomfés la revolució proletària. Lenin veia el resultat com una
unió de repúbliques a escala mundial.

A més, la creació de la URSS en el format de 1922 no era el pla inicial dels bolxevics. El seu
sorgiment va ser el resultat del fracàs de les expectatives inicials: una revolució mundial. La
derrota de la revolució proletària a Europa i el seu confinament al territori de l’antic Imperi
Rus és la principal tragèdia del projecte socialista del segle XX. Ja que, juntament amb el
territori de l’antic imperi, la URSS va heretar moltes contradiccions i vicis difícils de resoldre,
inherents al projecte anterior que havia existit en aquestes terres.
El tancament del projecte socialista dins de l’antic Imperi Rus va conduir naturalment,
encara que no inevitablement, a una percepció –tant interna com externa– de la URSS com
a successora i continuadora de l’Estat Rus. Com a conseqüència, es va produir una
recaiguda en les contradiccions nacionals: el govern central va començar a veure en la
consolidació de les cultures nacionals i en la sobirania de les repúbliques una amenaça per
a la unitat del projecte, mentre que veia la cultura russa i la continuïtat de l’Estat Rus com
una mena de base fonamental.
El ressorgiment d’aquestes tendències hauria estat possible si els contorns de l’Estat
socialista s’haguessin desenvolupat en altres configuracions i no s’haguessin semblat a
l’antiga Rússia imperial? Probablement hauria estat una història molt diferent. Però en el cas
de la URSS, va resultar que diverses generacions, tant dins com fora del país, van créixer
amb la convicció que les paraules Unió de Repúbliques Socialistes Soviètiques i Rússia són
pràcticament sinònimes. La de Putin n’és una.
«Després de tot, què és el col·lapse de la Unió Soviètica? És el col·lapse de la Rússia
històrica anomenada la Unió Soviètica», va dir Vladímir Putin al documental «Rússia. La
història moderna» el desembre del 2021.
Potser l’única cosa positiva que Putin veu en el projecte soviètic és precisament el fet que
aquest projecte es va tancar en el marc de l’antic Imperi Rus i, amb el temps, en apartar-se
dels seus principis «utòpics» originals, tornant a alguns dels trets de l’imperi, esdevenint
l’hereu de l’Estat Rus. En altres paraules, Putin exalça justament els trets més reaccionaris
de la URSS que va adquirir durant la seva complexa formació, i critica precisament les idees
en què es basava la unió: igualtat i fraternitat de tots els pobles, autèntic internacionalisme,
odi a l’autocràcia i a l’enorme poder, odi a la depredació i a les guerres de conquesta, un
autèntic esperit democràtic que va portar les masses populars a la política.
Característicament, en les interpretacions sobre les quals es construeix el mite nacional rus
contemporani, la victòria de la Unió Soviètica sobre l’Alemanya nazi no és una victòria de
les idees de l’humanisme i l’igualitarisme sobre les idees de l’antiigualtat i l’antihumanisme
radicals, ni una victòria de la víctima de l’agressió sobre l’agressor. A la mitologia estatal
actual, és una victòria de la «Rússia històrica» sobre Alemanya, sobre Europa, sobre
l’Occident. El triomf de l’Estat Rus i l’expansió de les fronteres. Igual que la revolució i la
retirada de la Primera Guerra Mundial, segons Putin, no és un rebuig a participar a la
carnisseria imperialista, sinó una vergonyosa rendició de la «Rússia històrica», un punyal
traïdor a l’esquena de l’Estat per part de els fanàtics utòpics. Un atemptat contra l’Estat Rus
i la semidesintegració.

«Durant la Primera Guerra Mundial, els bolxevics desitjaven la derrota de la seva pàtria, i
quan els heroics soldats i oficials russos vessaven sang als fronts de la Primera Guerra
Mundial, algú va sacsejar Rússia des de dins i va arribar al punt que Rússia com a Estat es
va ensorrar i es va declarar perdedora a favor del país perdedor [Alemanya]. Una ximpleria,
una bogeria, però així va passar, va ser una traïció total als interessos nacionals! Avui dia
encara hi ha gent així», va dir Putin al campament juvenil Seliger a l’agost del 2016.
De les cites anteriors no és difícil deduir la sinceritat amb què Putin atribueix els problemes
de Rússia a la «maledicció de la revolució». Mentre que a la Ucraïna d’avui acusen el
projecte soviètic de ser «massa de Rússia», Putin aprecia exactament això [si no
exclusivament això] en el projecte soviètic. Mentre que a Ucraïna diuen que Lenin no va
donar als ucraïnesos una autèntica autodeterminació, Putin l’acusa del contrari: d’haver
donat a Ucraïna massa llibertat.
Tornem a la pregunta del principi. Per què el discurs del president rus previ a la invasió va
ser una pura blasfèmia contra la revolució? Perquè és precisament a la revolució on ell veu
la veritable arrel de les desgràcies de Rússia. Però ara no es limita a acusar Lenin de trair
Rússia i de cometre crims contra la seva integritat imperial. Putin decideix que és hora de
corregir els «errors pitjors que errors» de Lenin i revertir el dret dels ucraïnesos a
l’autodeterminació, aquest «tres cops maleït» llegat de la revolució.
«Voleu la descomunització? Doncs ens sembla bé. Però com se sol dir, no cal quedar-se a
meitat de camí. Estem disposats a demostrar-vos el que significa per a Ucraïna la veritable
descomunització».
El 24 de febrer, els tancs russos entrarien a Ucraïna per desposseir el seu poble de la seva
estatalitat, una de les conquestes més importants de les revolucions de principis del segle
passat.
24 de febrer de 2023
Andriy Movchan
Activista d’esquerres ucraïnès

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