Dudaba si bajar aquí, a la tribuna, porque todavía huele a azufre, como mínimo. ¡Qué porquería nos toca escuchar aquí! Que la impunidad del franquismo todavía continúa con todo vigor es escuchar lo que se puede escuchar en esta tribuna. En cualquier país democrático partidos fascistas como el que tenemos que aguantar en esta Cámara no tendrían lugar, pero sabemos que España es diferente.
La proposición de ley es muy fácil de leer, de entender, de comprender, poco hay más que añadir para defender el texto que hemos presentado. No es la primera vez que exigimos ese tipo de propuestas, lo hicimos aquí cuando presentamos una ley de víctimas del franquismo, que no prosperó, y también durante la tramitación de la Ley de memoria democrática, con enmiendas que los grupos mayoritarios rechazaron.
Muchas de las autodeterminadas democracias actuales han sufrido en su pasado etapas oscuras, terribles dictaduras, regímenes totalitarios, invasiones, etcétera, que han dejado enormes cicatrices, algunas de las cuales todavía están al rojo vivo, y muchas de estas democracias han tenido que adoptar medidas simbólicas para intentar reparar, aunque sea de manera simbólica, el mal sufrido por las víctimas, porque ni una medalla, ni un diploma, ni una pensión, ni una compensación económica, ni un monolito, ni un día para el recuerdo repararan el perder parte o totalmente la vida.
Nada repara el daño de una violación, una paliza, un exilio, un presidio, un asesinato, un expolio de bienes, las humillaciones, y estas democracias lo han podido hacer porque se derrotó a estos gobiernos, a estas dictaduras, a estas invasiones y los nuevos representantes políticos cortaron las cuerdas con este pasado, con los genocidas de su pueblo, y se ha entendido que no eran medidas de rencor ni de revancha lo exigido, sino que era simplemente justicia.
Al nazismo se le juzgó en los juicios de Núremberg; el franquismo, continúa impune, y hoy lo han visto en esta tribuna. Solo hay que salir, a modo de ejemplo, fuera de esta sala y ver el busto que preside el pasillo que tenemos enfrente. En las democracias avanzadas se sentó a los dictadores, colaboradores y cómplices, autores de crímenes en el banquillo; en España no ha sido así, porque el propio régimen no se derrotó ni se ha derrotado; murió Franco, pero dejó sus rizomas de su Estado totalitario bien extendidos, atado y bien atado. El franquismo dejó sus larvas en el Poder Judicial, en la jefatura del Estado, en el subconsciente, en el poder económico y en el mediático. Uno de los dos partidos que se van alternando en el poder fue creado por ministros franquistas, como también lo fue el primero que accedió al Gobierno de España.
Continúan existiendo trazas de franquismo también en las estructuras caciquiles de los partidos mayoritarios en demasiadas formas, y si no teníamos suficiente con esto, de los lixiviados del Partido Popular se crea un partido todavía más tóxico, que es el que hoy viene aquí a insultar a la memoria democrática. Así es imposible sacudirse ese pasado y depurar la autoría de los crímenes, cuando más que de pasado estamos hablando de presente; lo han visto hoy y lo verán en más intervenciones.
Con la navaja al cuello se impuso una nada modélica transición, que han querido dulcificar para los que no la vivimos en plan ultimátum −o lo tomas o vuelves a algo peor; cállate, no mires atrás, no pidas justicia; no apuntes con el dedo a los asesinos; perdona, olvida, humíllate, ríndete, cállate−, haciéndonos tragar con símbolos, con monarcas, con leyes injustas y dando un portazo con una ley de amnesia −que mal bautizaron como de amnistía− para dejar los cadáveres debajo de la alfombra o, mejor dicho, en las fosas y evitar cualquier tipo de reparación o de justicia. Reconciliación, o sea, no pidas justicia si no quieres que te pase como a tus antepasados políticos; cállate.
Así, los crímenes de lesa humanidad quedaron impunes y sus responsables en consejos de ministros o de administración de empresas construidas sobre las costillas de los presos del franquismo; podríamos hablar de Ferrovial, que está tan de moda. Y los asesinos quedaron impunes.
Y así reposaron nuestros muertos en las fosas hasta que, en 2007, el PSOE, experto en bombas de humo y teatrillos ilusionistas, nos presentó, porque le hacían falta los votos de la izquierda para la investidura de Zapatero, una Ley de memoria histórica que el tiempo nos demostró que no ha servido para prácticamente nada. Hemos retirado más símbolos Compromís yendo por todo el Estado, pueblo a pueblo, calle por calle, que el Gobierno con la no aplicación de esta ley. Se exhumaron algunos restos, pero sin judicializar los crímenes, y se permitían partidos y fundaciones que continúan hoy haciendo apología del franquismo, como vemos en esta Cámara.
Vista la farsa, presentamos dos veces nuestra propia Ley de memoria de víctimas en el Senado, en la que exigíamos acabar con la ley de amnesia; la primera no prosperó por el voto en contra de los neofranquistas, entonces mayoritario en esta Cámara −y perdón por lo de neo− y la abstención vergonzante del Grupo Socialista. La segunda está en lista de espera.
Mientras, el Gobierno impulsó, con terrible desgana, la Ley de memoria democrática ahora aprobada, en la cual, por cierto, se negaron a aceptar ninguna de las numerosas enmiendas que le presentamos la izquierda −porque veíamos, y el tiempo nos vuelve a dar la razón, que era una ley insuficiente− y volvieron a decir no a acabar con la impunidad. Los crímenes de lesa humanidad no pueden quedar nunca impunes.
Todos los crímenes y delitos cometidos durante el franquismo han de entenderse como crímenes de lesa humanidad y, por lo tanto, imprescriptibles. Por ello, ha de buscarse la justicia y la reparación. Volvemos a exigir, una vez más, que la Ley 46/1977, de 15 de octubre, de amnistía, sea derogada en todo aquello que ampare la impunidad de los crímenes de lesa humanidad. Los crímenes de lesa humanidad no pueden quedar nunca impunes. Nosotros lo hemos pedido muchas veces; hoy lo hacemos con la presentación de esta proposición de ley. Nosotros no somos los de los pactos de silencio, los de la impunidad, los de la justificación, los que dan balones de oxígeno a personas como Martín Villa cuando la justicia argentina intenta juzgarle por criminal y aquí se le da cobertura legal y amparo; no somos los hipócritas que sacamos a Franco del Valle de los Caídos para dejarlo en un mausoleo del Estado y continuar pagando cada mes 750 euros de dinero público en seguridad y mantenimiento de una tumba propiedad del Estado, un dictador en una sepultura del Estado con honores de jefe de Estado. (El señor presidente ocupa la Presidencia).
No somos los que nos negamos a retirarle en su día las medallas y privilegios al torturador Billy el Niño ni los que tenemos alcaldes, presentados con nuestras siglas, que se niegan todavía hoy a retirar calles y honores a dictadores o a símbolos de la dictadura. Por ello, una vez más, decimos no a la impunidad de los crímenes de lesa humanidad; decimos no al silencio, no al olvido, y una vez más pedimos, con esta iniciativa legislativa, verdad, justicia y reparación.