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Texto: Ángeles Sanmiguel

“Yo no me creía lo que me estaba ocurriendo, yo no lo sabía hasta el final de la relación tuve un episodio muy violento en el que vi peligrar mi integridad física y desde ese episodio hasta que le dije que se fuera de casa pasó un año, justo un año, de unas Navidades a otras Navidades, no aguanté más”. Sin saber cómo nombrar el sufrimiento, sumidas  en el terror, desprecio, violencias y vampirísmo psicológico las mujeres víctimas de violencia machista se encuentran atrapadas  en lo más oscuro de las relaciones humanas. En sociedades occidentales este delito ha sido silenciado o trasmitido como algo a sufrir devotamente asumiéndolo como inherente  a cualquier vínculo.  “Yo no sabía detectar entre lo que es un mala relación de estar con una mala persona y lo que es un delito, esto no te lo enseñan en ningún sitio”. “Llamé al 016, ahí me derivaron al Centro Mujer” donde las integrantes “me abrieron los ojos, me hicieron ver qué es un maltrato”, durante media hora sus preguntas  y explicaciones  constataron a esta vecina que era un hecho probado la tortura que arrastraba. “¿Te hace esto, esto, esto, esto y esto? todo era sí, ¡hostia pues esto es lo que me han dicho! me está ocurriendo”. El protocolo es que “tú les cuentas lo que está pasando, ellas te escuchan y te hacen preguntas, evidentemente tú en el momento en el que llamas estás nerviosa, te saltas cosas, vas para adelante en la historia, retrocedes, vas otra vez para adelante y así ellas van diciéndote el diagnóstico, que tipo de violencia estás sufriendo, si te hace esto es maltrato, si te controla es  maltrato, si te grita es maltrato, si te insulta es maltrato, me hicieron ver cuál es el círculo de la violencia, como empieza, como va ascendiendo, como explota, como detona y luego como va bajando y se pone de felpudo (el maltratador) una y otra vez, y otra vez, y otra vez”.

Espacios sociales, religiones, economías, culturas, familias, estamentos de poder y gobiernos tienen incrustada la violencia machista, de nada sirve expresarse peyorativamente en lo coloquial si campa la indolencia, cobardía, insania, costumbrismo y micromachismos a la hora de la verdad perviviendo la tibieza en ámbitos donde la testosterona que, según una investigación estadounidense, está firmemente presente en profesiones con toga, en acosadores, fracasados y matones, es patente. Tribunales sin especialización en este delito rezuman patriarcado dictando aborrecibles sentencias y medias tintas para con maltratadores mostrando la cruda realidad y arbitrariedad existentes.

“Estás siendo maltratada en un espectro muy amplio porque estás teniendo violencia de este tipo, violencia de la otra, violencia de lo otro, en rangos muy elevados” relata la joven madre quien descubriría que su caso no era aislado sino uno más entre los miles de millones de mujeres oprimidas, vejadas, violadas,  abusadas, esclavizadas, maltratadas, devastadas psicológicamente, privadas económicamente, asesinadas. Violencia de género concomitante a la sostenida dominancia del hombre en familias potentadas desposeen de herencia y gestión por su género a las mujeres, víctimas lapidadas transmiten insidiosas jerarquías criminales patriarcales y misóginas. En España, ante el delito de violencia machista, existen contadas herramientas resolutivas en continuidad por lo que las víctimas denunciantes quedan a merced del victimario tras una intervención urgente cuando esta carece de medios económicos, vivienda y trabajo. “¿Quieres que te pongamos en contacto con una abogada y empiezas los trámites de separación y pedimos que vaya la policía a tu casa?” le consultaron informándole de que tiene derecho a un abogado o abogada de oficio, a contactar con la policía y de que te acompañan a interponer la denuncia. “En ese momento les dije que no que pararan todo, ¡para, para, para, para, para! porque todo esto lo tengo que procesar” exclamó la confidente sumida en el “shock” psicológico de su experiencia, tras tres días pidió cita con la abogada. Mujeres brutalmente maltratadas pensando en sus criaturas soportan la saña de maridos, parejas o ex novios creídas de que  no pueden  parar en seco sus vidas pero hay que salir de esa mazmorra de los tormentos.

“Secuelas psicológicas te quedan muchas, tienes que volver a rearmarte, tienes que volver a conocerte a ti misma, tienes que volver a quererte, tienes que volver a nacer, te queda la culpa, te queda la vergüenza, te queda la inseguridad y en mi caso  tengo un “shock” post traumático, durante mucho tiempo estas en un estado de hipervigilancia, encima yo tenía un bebé, estas siempre hipervigilante, duermes mal, tienes recuerdos intrusivos, mira para atrás cuando vas por la calle, vigilas los coches, el tema de la vergüenza, de la culpa, de rearmarte a ti misma  lo voy llevando, la vergüenza y la culpa ya me las habré quitado en un 95%, tengo más culpa que vergüenza porque yo no he hecho nada malo, pero el tema de volver a quererte, del autocuidado eso me está costando más, de hecho he engordado veinticinco kilos o treinta, porque se me ha sumado todo, crianza, pandemia, el maltrato, se me ha juntado todo y me he comido a mí misma, esa parte me está costando más pero la conseguiré con tiempo”. Mudándose a Valencia la confidente intenta normalizar su cotidianidad lejos  del terror, “me imagino que él no sabe dónde vivo, desde que estoy en Valencia estoy mejor, me encuentro mejor, como es más grande que un pueblo de tres mil habitantes pues me siento más anónima y hay más gente en la calle, pero de todas formas estoy un poquito obsesionada con mi hija, con la seguridad de mi hija”.

“No hay un patrón aquí, dos más dos no son cuatro, nadie tiene derecho a amargarte la vida, hay momentos en los que el agresor te puede coger del cuello, jamás nadie tiene derecho a hacerte sentir mal, ninguna mujer debiera aguantar eso, pero a veces recordárselo a una víctima le hace sentir todavía peor, le hace sentir más culpa y más vergüenza, lo que tiene que hacer una mujer es darse cuenta de su valor y enfocarlo de otro lado, empoderarla, pero es que salir de ese círculo es muy difícil si no tienes una buena red en la que caer”. Su madre fue  el principal  flotador para esta víctima, “no sabía absolutamente nada de esto” pero al comunicarle la separación le contó todo, “yo estaba en una concha, aislada, mi madre sabía que me había casado con un capullo pero ¡vale! ¡hasta ahí! no lo soporto pero hasta ahí, pero no sabía el grado de maltrato que estaba haciendo. Mi ángel de la guarda en todo este caso ha sido una psicóloga de la Ciudad de la Justicia, tuve la casualidad de que el día que fui estaba de guardia, me dio su teléfono, me ha tutelado en todo momento hasta que fui a declarar al juzgado, me dijo todo lo que tenía que hacer, lo que probablemente haría el agresor, lo que yo tenía que decirle al juez, en lo que tenía que hacer hincapié, las órdenes de protección que tenía que solicitar, me dio todo y con super buen criterio, a esta mujer le debo que si he hecho algo bien en todo el proceso es gracias a ella, me asesoró cuando tuve que ir a la psicóloga forense y a la trabajadora social forense, me aconsejó, llévate toda la documentación que puedas, aporta pruebas,  junta e-mails, cuando vayas a declarar ante el juez, lleva pruebas, ¡una maravilla! porque lo mío es violencia psicológica y es muy difícil demostrar, si el fiscal pide cinco años de prisión es gracias a todo lo que me dijo que hiciera”.

“Una de las cosas que suelen hacer los maltratadores es tratar de aislar a la víctima para mortificarla todavía más y machacarla”. Al dar consejos de buena voluntad es importante “no presionar”, “¡déjalo, déjalo!”, “está claro que con que se lo digas una, dos, tres veces, ya te ha escuchado, si no lo hace es por motivos equis, porque no puede económicamente, porque todavía no puede sentimentalmente, por esa falsa creencia que tienen las mujeres de que con  un padre y una madre los niños se crían mejor, por miedo, porque tienes tu autoestima que dudas hasta de tu propio nombre, tienes duda sobre tu valía, lo primero que hacen los maltratadores es crearte esa duda ante ti misma, eres incapaz de resolver problemas diarios, aislarte, entonces ya te tienen, eres la víctima perfecta”, es mediante a una buena red de apoyo que “en algún momento se sentirá fuerte para decir: ¡No puedo más! ¿me puedo ir a tu casa? de una madre, de un padre, de un hermano, de un amigo, de un primo, de un vecino.  Al final se vuelve tu vida tan asfixiante que es difícil continuar”. El psiquiatra e investigador sevillano nacionalizado estadounidense Luis Rojas Marcos en su oba “La pareja rota. Familia, crisis y superación” esgrime: “Quienes ignoran o se resignan a una unión conflictiva  y desgraciada sin solución  terminan pagando un precio muy alto por sus defensas: la alienación, la amargura, la apatía y, en definitiva, la desmoralización”.

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