Texto: Ángeles Sanmiguel
El “remember” prolifera en la dispendiosa mascarada política española donde cualquier adalid partidista utiliza floripondios y retoques para mostrarse como quiere ser considerado o como precisa exteriorizarse. En la antigua Roma y Grecia las túnicas, según colores y formas, indicaban estatus y dedicación, ¿algo ha cambiado? ¿Cómo es posible que un cargo político tenga más de seiscientas personas para su asesoramiento? ¿Dónde fue a parar aquella simbólica chaqueta de pana de Felipe González? ¿Por qué las corbatas en las bancadas políticasparecen ser de una inmobiliaria? El vestuario en los “sillones” es meramente escenográfico siendo utilizado como referente ideológico.
“El gran Gatsby yChinatownhan influido en la moda” apunta el publicista y comunicadorJosevi Plaza. El “cine retro, Bony&Clyde, es un caso clarísimo entre moda y cine, con pantalones de pinzas y boinas”, añade el biógrafo de Joan Manuel Serrat, Lluís Llach y Bruno Lomas, Carles Gámez.“Estamos muchos años trabajando en la cultura de la moda y en la cultura del cine, este revival nos va a sentar bien”, apunta Plaza sobre la charla titulada: “De los Óscar al diablo se viste de Prada”. “Hasta mil novecientos cuarenta y ocho no se dan los Óscar de Vestuario, el vestuario no existía”, diez mil quinientos miembros de la Academia de Cine estadounidense los votan. “La moda es industria, el cine es industria”. ¡La política es industria! Cubrirsecon una bandera, algo propio sobre féretros en puntuales funerales,¿es estrategia, moda o manipulación? el pueblo tiene la palabra a la hora de analizar tan curiosas tendencias objetivamente.En cine y en políticalas estrellas prodigio corren el peligro de derivar en bluf por mucho conservadurismo estilista o ropaje níveo, color al uso en la clase adinerada de la Roma clásica. Actualmente, desde el camerino de “estarlettes” desvencijadas, tan convenientes de cara a postreras imputaciones, alguien, sin tener conocimiento de su papel en el guion y con un caché insultante, desfilará por el plató institucional altaneramenteuniéndose al despliegue de acartonados personajes que copan la actualidad mediática.“Creíamos que iba a ser más rosácea”, comenta uno de los ponentes refiriéndose a Barbie, película candidata al Óscar al Mejor Diseño de Vestuario en dos mil veinte cuatrojunto a Napoleón, interpretada por el actor vegano Joaquín Phoenix quien requirió no se utilizasen materiales de origen animal en vestimenta y complementos. Sarga, gabardina, tweed escocés, lino, seda y algodón se posicionantanto en roperos estamentales como de la noblezaalcanzando el summum la vicuña –fibra elaborada con el esquileo del animal, distintivodel Perú, tras ser brutalmente cercado y encapuchado en abrevaderos-,material exclusivo anhelado por la realeza -Carlos III- que paga y espera cuanto sea necesario para lucir unabrigo de vicuñaa pesar dela inminente extinción del confiado camélido,¡noventa mil euros por un traje!El cinematógrafo de los Lumièreotorgó al vestuario un poderoso reflejo especular sociopolítico siendo, al terminar la segunda guerra mundial,cuando “la gente buscaba algo que no existía (…) querían cambiar no sólo su sistema de vida sino también su estilo de ropa”, declara Luciano Benetton presidente de unholdingfamiliar de moda, “no había gran diferencia entre el vestir de las madres y de las hijas, y los hijos se vestían con frecuencia con los trajes arreglados de sus padres”. Indudablemente toda indumentaria conlleva política. “Hugo Boss produjo cientos de uniformes de las SS usando trabajadores forzados”. A las adúlteras y cortesanas griegas les estaba prohibido la “stola” traje hasta los talones y los filósofos, en la antigua Grecia, sin ropa interior como todos los hombres de la época, lucían el manto “himation”,en ambos casos el atuendo era señalamiento.
¿Hay futuro laboral en el diseño de vestuario cinematográfico con la inteligencia artificial instalada en largometrajes, documentales y cualquier producción audiovisual?¿Uniformidad según cánones robóticos? “Greta Garbo puso de moda una cosa muy popular, la boina” y,Audrey Hepburn,continúa seduciendo en aquella escena en la que se come un cruasán ante el escaparate de la joyería Tiffany,realmente “se comió cinco o seis cruasanes”, aquél vestido negro creado por Hubert de Givenchy sería plagiado por una de las marcas de unmultimillonario conglomerado español de la confección, posicionado en la elitista lista Forbes, en contraposición a ¡muchas!devoradas empresas nacionales del sector. ¿Gordofobia en la confección de moda? “Yo estoy delgada y no quepo en mucha ropa, queremos tallas reales, y que haya todo tipo de tallaje en todas las tiendas, y que no hagan tiendas separadas como si fuese un puto gueto”, escribe Mar en redes sociales.“¡Fue la heroína contemporánea!” comenta Gámez sobre la protagonista de Desayuno con diamantes. Zapatillas bailarinas y camisetas rayadas identificaron a la actriz francesa y animalistaBrigitteBardot,¡“creó estilo”!al igual que la cazadora de Harrison Ford en la saga Indiana Jones oMarlon Brandon y la “camiseta de ropa interior de hombre”que vistió en Un tranvía llamado deseo. De Marisol apunta Gámez que “ella se lo hacía todo, lo sacaba de su bolsita, el pañuelo, el maquillaje”. Plaza recuerda que tuvo “la suerte de ver una exposición deVersace”y “ponía en los créditos hasta los de las cremalleras”. ¿Silenciando autoría de profesionales del diseño en super cadenas confeccionistas españolas? ¿Se respetan convenios colectivos? Inmensos y contaminantes sumiderosde desechos textiles se multiplican mientras activistas proclaman reciclaje y multiuso. ¿Por qué no se indica claramente el tiempo de degradación de cada prenda en el etiquetaje? Condiciones laborales obscenas se han normalizado en talleres subcontratados por emporios de la confección. Un mural, en peligro de desaparecer, obra del artista plásticoEscif, en València, lo denuncia.
Actores y actrices incursionan en el mundo de la moda y viceversa, JohnyDeppes un “caso de éxito” yla supermodelo británica Twiggy conquistó las pantallas con TheBoyFriend.El denominado séptimo arte y su trustapercibidos de que cualquier mensaje, explícito o subliminal,se inocula fácilmente desde las pantallas utiliza ellook estelar como herramienta de poderal servicio de omnipotentes directrices. ¿Moda para países occidentales ricos y moda para el resto del planeta? El siglo veintiuno dejará económicamente en cuerosa miles de millones de personas para las que ya se confeccionan prendas baratas y letalescon componentestan lesivos como el plomo. Hay que poner de moda espabilar y evitar la instauración del “pijama de rayas”.“Hollywood se da cuenta que tienen un negocio, hacen de Hollywood toda una industria, cada departamento cuenta con una maquinaria perfecta, con esos grandes productores que venían del mundo de la moda, el cine como negocio también creó sus departamentos de márquetin, una comunicación con el público” yes bajo el ojo cinematográfico cuando, entre otras muchas cosas, “las indumentarias históricas ganan más”. ¿Por quése aplaude a un asalariado del erario público que, materializando anhelos oníricos de boato y majestad,se dedica a protagonizar una escena “péplum” con vasallos corriendo en derredor a una cuadriga al estilo Ben-Hur?¿Secuestro neuronal al entrar en contacto con el poder? ¿Se preguntan en Murcia quién paga esta película? Anteriormente se escenificó otro remedo de vestuario histórico para chupar cámara cuando el titular de un partido tocado con un morrión de cresta, propio de los invasores de América, como en La Misión, se asomó desde una balconada. ¿Cameos a fin de sobresalir en la política-espectáculo evadiendo la precariedad de la población? “Para vender esa fantasía lo más efectivo es no mostrar la realidad”, escribe el autor Antonio Pérez Collado en la revista libertaria AlMargen.
En “La guapocracia”,título de unpodcast delClub Potenzia,el treintañero psicólogo valenciano Álvaro Saval priorizala importancia de “encontrar otras formas de validarse” más allá del móvil porque cuando “la foto se acaba”,¿qué queda?“Walmart (multinacional estadounidense de la familia más rica del mundo)abrieron tiendas fashioncinema y vendieron un millón de copias de un vestido de Joan Crawford (actriz oscarizada)”.Alfred Vierkandt sociólogo alemán cita el ansia por epatar al ídolo en un “intercambio de papeles entre actores y espectadores”. También las mentiras se han posicionado en los discursoscomo patrón a medida de un público súbdito, algoya en boga en mil novecientos ochenta y nueve en la dictadura rumana. “¡Aquí tenemos que vender fantasía!” sintetizan capitostes cinematográficos y acuerdan cúspides políticas.YulBrynner, actor estadounidense, en Los diez mandamientos, “no se parecía en nada a Ramsés II”pero con esos cuentos “nos hacían soñar”. “El cine necesita una cierta fantasía”.¿Tanta como en tramas gubernamentales?En el quincuagésimo aniversario de la entronización de la reina Victoria, en mil ochocientos ochenta y siete, para el desfile oficial la soberana británica “desdeñó el armiño (…) prefirió ponerse un gorro blanco y un sencillo vestido negro”. ¿Maniobra psicológica tras ese puritanismo? Sin duda asentando la imagen de matrona que cuida de sus vástagos. Rafa Gassent, director de cine valenciano,utilizaba vestuario adquirido en tiendas solidarias para sus producciones, Juan Izquierdo vistió a La Margot (Antonio Campos), Francis Montesinos cubrió con su magia a personajes fílmicos de “Entre tinieblas”o en “Matador”, de Almodóvar, donde un vestido rojo de novia bien podría rememorar las “sayas de terciopelo carmesí” y corpiño de María Estuardo, reina de Escocia,a la que para ser ajusticiada, se la despojó del sobrio vestido de “satén negro, bordado con terciopelo negro, botones de azabache incrustados de perlas y mangas acuchilladas”, de sus “zapatos de cuero español” negro,de las “medias guarnecidas de plata” yligas de seda verde,según detalla la historiadora anglo-irlandesa Antonia Fraser, María fue decapitada con un doble hachazoporsentencia política.En redes sociales, días atrás, se difundía: “Echemos a Ayuso. Marcha hacia Génova. Madrid”. Tanto en política como en vestuario cabe aplicar lo dicho por el sociólogo y escritor alemán René Köning: “Quien quiera distinguirse debe hacer algo que los demás acepten”.