Ante una nueva celebración del Día de Europa -aniversario de la declaración Schuman que en 1950 alumbró la unidad europea-, y 32 años después de nuestra adhesión al proyecto, desde Actúa creemos que es hora de hacer balance y otear el futuro.
Durante la dictadura, Europa fue un sueño de libertad. El ingreso de España en la UE fue el acontecimiento más importante desde la recuperación de la democracia, materializando la vocación europea de las fuerzas democráticas a lo largo del siglo XX. Sin embargo, pasada la euforia inicial, el sueño quedó adormecido por ‘la mano invisible’ del mercado.
El éxito de la aventura europea es incuestionable. Ha permitido a España acelerar su paso a la modernidad, fortalecer su economía y adquirir una mayor relevancia en el escenario internacional. La España de hoy no puede entenderse sin Europa. A pesar de todo, hoy el statu quo es insostenible y, por tanto, la reforma es tan imprescindible como urgente.
La UE vive un proceso de deslegitimación social desconocido en su historia. Millones de personas contemplan con desazón la insoportable lentitud a la hora de tomar decisiones que podrían mejorar sus vidas. En nombre de la austeridad, las autoridades europeas y los gobiernos nacionales han devastado los derechos sociales y laborales, agravando la fractura social y provocando una depauperación creciente de los trabajadores y de las clases medias. Tampoco han sido capaces de ofrecer una respuesta solidaria a la llegada de inmigrantes y de acoger a los refugiados que, de Turquía a Lampedusa y el Estrecho de Gibraltar, huyen del hambre y de la guerra.
Como resultado, la anemia de la Europa social y una importante crisis de legitimidad democrática del proyecto: Tras diez años de crisis, los ciudadanos trabajan más, ganan menos y se jubilan más tarde y sienten la UE como un proyecto alejado e inaccesible.
Las políticas de austeridad, los recortes sociales y las condiciones draconianas de los rescates bancarios facilitaron el repliegue nacionalista, el euroescepticismo, la xenofobia y el peligroso ascenso de la extrema derecha, poniendo en peligro el modelo social europeo, principal baluarte de su legitimidad democrática. Mientras tanto, los gobiernos juegan al “punching ball” con la UE, descargando injustamente sobre “Bruselas” la responsabilidad de sus peores decisiones nacionales.
De nada vale disponer de una retórica que nos permita componer bellos discursos si la realidad nos desmiente. Europa, en este momento, debe tener mucho más cuerpo que alma, más materia que espíritu, muchos más proyectos y realidades que ideas inspiradoras. Para despertar a Europa de su letargo es urgente un cambio mayúsculo que ponga las instituciones al servicio de las mayorías: Un New Deal que liquide la austeridad y que establezca el control democrático del Banco Central; un Tesoro y una moneda para el pleno empleo con salarios dignos; un presupuesto adecuado, que garantice con recursos propios la cohesión social y territorial frente a los crecientes niveles de desigualdad; la armonización fiscal y otras medidas que hagan posible políticas de reindustrialización de alto valor añadido, de apoyo a la innovación, la investigación y la ciencia; una renta básica universal frente a la pobreza; una fuerte inversión verde a gran escala contra el cambio climático.
Pero nada de esto será posible sin la participación ciudadana en la construcción de una auténtica democracia europea. Como decía Madariaga, “Europa no será una realidad hasta que lo sea en la conciencia de sus ciudadanos”. En un mundo multipolar, no hay nación que pueda subsistir sola por sus propias fuerzas. Para no caer en el agujero negro de la insignificancia, Europa ha de ser un espacio de unión política y de integración, asentado en sus valores de libertad, democracia, pluralismo y respeto a los derechos humanos, sólidamente anclado en unas bases culturales comunes.
Comprometernos con Europa hoy es abrir un debate sobre el significado del proyecto de integración y sobre las condiciones para convertirlo en algo al servicio de las mayorías.
Esta es la idea de Europa que compartimos las mujeres y hombres que conformamos Actúa. Creemos que la UE es tan necesaria como posible, siempre y cuando el proyecto se reforme y apueste definitivamente por ser más democrático, más social, más solidario, feminista, federal, cohesionador y transformador de los modelos actuales de producción y trabajo hacia otros de relaciones y condiciones más justas. Un proyecto común que, además, transicione inequívocamente hacia una Europa verde.