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Vivimos aún en la caverna de Platón, es decir, «creemos» en los sentidos, sólo disponemos de ese deseo de «creer» y así el cerebro puede continuar y evadir el miedo a pensar.
Platón creía en la meritocracia y cuando lo llamaron mis parientes Siracusanos allí fue a gobernar.
Tuvo que salir pitando, aquello fue una chapuza, ¡y dos veces!
Filósofos a políticos y al revés, un desastre.
Pero más interesante considero el proceso  de Sevilla luego del descubrimiento de América, («Nos descubrieron, por fin nos descubrieron», decía Le Luthiers), porque en 5 años había tanto dinero en la ciudad que los impuestos subieron como misiles, a tal punto treparon que cuando en la caverna no hubo de comer porque esas cargas se llevaban todo, ¿qué sucedió?:
Apareció LA PESTE.
Pero este proceso infeccioso primero es económico, no es lo que tú imaginas, es un conjunto de situaciones que hace poner en marcha un mecanismo hasta poner en riesgo la vida de tod@s.
Una enfermedad de grandes dimensiones es el resultado de muchos factores, necesita un escenario ideal, un movimiemto de personas y animales, y mucha locura organizada para pillar pastel.

Comienza con especulaciones, falta de comida, acciones no legales, entendiendo como legal aquello que beneficia a la  burguesía claro, y aumenta, y crece, y todos quieren más, y se agranda, y no descanzan, y se esparce toda esa perversidad del humano sin límite, hasta que sí, finalmente, llega la real pandemia, la peste verdadera que se propagará como un campo minado de maldad, después de toda esa violencia especulativa, ahora sí atacará en forma de gérmenes o virus y como  producto de todos esos años de sumar egoismos, violencias y ese éxtasis de ganar siempre a costa de los demás.
Entonces es tarde:
{… La epidemia de peste de 1649, también llamada «Gran peste de Sevilla», fue la mayor crisis epidémica que ha padecido esta ciudad, y que supuso una gran quiebra de su población y de su economía, en la que murieron al menos 60.000 personas, lo que representaba el 46 % de la población de la ciudad…}

¿Se comprende la similitud?

Oscar Cusano

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