La crisis económica, acelerada profundamente por la pandemia, ha agravado todavía más
las diversas formas de violencias machistas y patriarcales que sufrimos las mujeres y ha
visibilizado las consecuencias de las políticas patronales y de recortes de los gobiernos
sobre nuestras condiciones de vida. Así, muchísimas mujeres se han visto confinadas con
su agresor con una exposición todavía mucho mayor al control sobre su cuerpo y su vida.
Incluso en casos de divorcios y separaciones, los maltratadores han intentado violentar a la
ex pareja con la custodia de los hijos; de hecho, el aumento de llamadas a los servicios de
atención ha estado en gran parte debido a este problema.
Hemos visto también vulnerados y relegados nuestros derechos sexuales y reproductivos,
con un sistema sanitario público colapsado por las privatizaciones, recortes y falta de
recursos, y que se ha tenido que dedicar exclusivamente a hacer frente a la pandemia.
Tanto es así, que en Catalunya se han duplicado los casos de aborto por fuera de los
JEFES, mediante entidades comunitarias. De poco ha servido que se agilizara el proceso
con la posibilidad de hacer la primera visita de forma telefónica.
Pero, además, las mujeres somos mayoría en los servicios esenciales: enfermería, personal
de geriatría y de farmacia, cajeras de supermercados, servicios sociales, trabajadoras del
hogar, entre otros. Y por eso, no es casualidad que seamos mayoría de los contagios en la
franja de población en edad laboral. Y tampoco lo es que estos trabajos feminizados sean
los más precarios: con salarios más que insuficientes, con contratos temporales y en
muchos casos directamente sin ningún tipo de contrato. Si a todo esto añadimos las tareas
de cuidados y del hogar, que todavía continúan cayendo mayoritariamente sobre nuestras
espaldas, pues la situación para las mujeres trabajadoras es todavía más insostenible.
Todo ello es la consecuencia de un sistema capitalista y patriarcal, que instrumentaliza la
opresión para explotarnos todavía más, que nos necesita disciplinadas y dóciles para sacar
más beneficios de nosotras y de nuestro trabajo. Y por eso cuentan con la justicia, la policía,
y los gobiernos que con sus políticas y su impunidad juegan un rol fundamental en esta
espiral de violencia.
En el Estado Español nos encontramos ante un nuevo estado de alarma, acompañado esta
vez de un toque de queda nocturno que todavía nos expone más a la violencia con las
calles desiertas. Ya hemos visto durante la primera oleada como esta medida, lejos de estar
al servicio de hacer frente a la pandemia, utilizándose por ejemplo para intervenir la sanidad
privada, ha sido más bien un recurso policial y represivo para intentar culpabilizar a la gente
trabajadora. Ruedas de prensa de militares y policías, como si el virus se pudiera combatir a
golpes de porra. Meses después, el gobierno PSOE-UP -esta vez con un apoyo casi
unánime- vuelve a hacer lo mismo, para esconder que no han hecho nada de lo que hacía
falta: revertir los recortes en sanidad y servicios públicos, testos masivos y rastreadores,
reducción de las ratios en las escuelas, etc. Pero no: se ha priorizado rescatar a la patronal,
pagando los ERTEs incluso a empresas con beneficios. Y ahora presentan unos nuevos
Presupuestos Generales que lejos de ser “los más progresivos de la historia” continúan
aumentando las partidas para los militares y la monarquía, mientras Igualdad es uno de los
tres ministerios que menos dinero recibirá.
El movimiento feminista ni podemos ser ni somos indiferentes ante esta situación. Porque
justamente son estas políticas las que abren la puerta a los discursos reaccionarios y a la
ultraderecha, que efectivamente amenaza todavía más nuestros derechos como mujeres,
lesbianas y trans. Por eso, ante el intento de imponer una salida militar a la pandemia, más
que nunca salimos a defender una sanidad y servicios 100% públicos, universales y con
perspectiva de género. Ante la precariedad, exigimos la derogación de las reformas
laborales, la prohibición de los despidos y la municipalización de los servicios sociales. Ante
la doble jornada que suponen los cuidados y tareas del hogar, exigimos su reconocimiento
inmediato y su incorporación a los servicios públicos. Ante casos de confinamiento,
exigimos renta universal de confinamiento y permiso retribuido para cuidado de los hijos o
hijas. Ante las restricciones al aborto, exigimos ya la reforma de la ley para garantizar este
derecho también para las menores de 18 años. Ante el paro y la discriminación, repartimos
las horas de trabajo y exigimos cupo laboral trans. Ante la especulación, paremos los
desahucios y defendamos el derecho a la vivienda. Ante el racismo institucional y la
sobreexplotación de las compañeras migradas, exigimos la ¡regularización ya! Ante las
violencias machistas y patriarcales, exigimos recursos ya para reforzar los servicios de
prevención, atención y reparación. Ante la impunidad institucional, ¡reivindicamos la
autodefensa feminista!
Las trabajadoras necesitamos un plan de choque social para hacer frente a la crisis actual:
dinero hay, hay que dejar de financiar a la monarquía, a la Iglesia, reducir el gasto militar, y
dejar de pagar la deuda para poner todo este dinero al servicio de las necesidades sociales.
¡Nuestras vidas tienen que pasar por encima de sus beneficios! Por todo esto, este 25N una
vez más nos encontraréis en las calles. Porque nuestros derechos no pueden esperar más,
porque no dejaremos que nos los quiten, porque nuestras reivindicaciones son urgentes, y
porque es con organización y movilización como hemos avanzado a lo largo de la historia. Y
porque nos va la vida.
¡Por una salida de clase y feminista a la crisis!
¡Viva la lucha feminista!
Lucha Internacionalista