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Como antiguo concejal en las listas de Esquerra Unida, como miembro de un Ateneo
Libertario, y en la actualidad, presidente de la Asociación Valenciana de Ateos y
Librepensadores, he de confesar mi inquietud ante el ambiente que se respira en círculos
castrenses.
Inquietud por un triple motivo: Sabemos de sus querencias franquistas, sabemos por sus
actuaciones pasadas, hasta donde son capaces de llegar cuando hablan de fusilar a 26 millones
y sabemos de la impunidad con la que se manifiestan, seguros que nada les va a pasar.
Exmilitares que pretenden dar un golpe de estado, hablan con ese lenguaje fascista,
amenazante, mafioso, burdo y soez, porque ya están fuera del ejército. Pero sabemos, y es de
común conocimiento, que una gran parte de los que permanecen dentro, opinan lo mismo,
aunque callan, porque mientras no se den las condiciones adecuadas para dar el paso que
tanto anhelan, tienen que seguir aparentando para poder vivir.
Aunque en otros términos, y plazos, se repite, pues, la historia.
Al igual que ya hizo el gobierno del presidente Casares Quiroga en 1936, el gobierno actual,
resta importancia a esas declaraciones, asume una posición de pasividad, echa balones fuera, y
dice que se trata de un grupo marginal, que no representa a nadie, …
Pero sabemos que no es así.
A pesar de más de cuarenta años de democracia, el fascismo sigue organizado, tiene sus raíces
metidas en el parlamento, en la judicatura, en la economía, en la policía, en los medios de
comunicación, …
A pesar del dilatado período democrático, no son hechos aislados, sino que han venido
repitiéndose de forma continuada, como la operación Galaxia durante la transición en 1978, la
intentona de Tejero en 1981, el pronunciamiento del general Mena en 2006 para parar el
Estatuto de Catalunya, la amenaza de intervención militar en Catalunya del coronel Alamán en
2012 y el general Juan Chicharro (actual presidente de la Fundación Francisco Franco) en 2013,
la firma por parte de centenares de mandos militares de un manifiesto en contra de la
exhumación del cadáver de Franco en 2018, y ahora, estas amenazas, insultos y rechazo de la
democracia en una carta que dirigen al rey, que por cierto, tan locuaz sobre la situación
catalana, todavía no ha dicho nada al respecto, siendo como es Jefe de las Fuerzas Armadas.
Si este fascismo castrense tuviera dignidad (honor, les gusta decir a ellos), deberían hablar con
la boca pequeña, puesto que desde la última gran batalla que ganaron, hace casi 400 años
(Valenciennes 1656, en Flandes), la única victoria obtenida por tan glorioso estamento, fue en
la guerra provocada por el golpe de estado fascista de 1936, traicionando juramentos,
lealtades, y encima, contra el propio pueblo.
Las cosas no suelen suceder por casualidad. La conjunción de una herencia fascista no
desmontada, de unos políticos ansiosos e impacientes por tocar poder a cualquier precio, y de
unos medios de comunicación miopes o declarando ciertos temas como tabús, hicieron de la
Transición una operación fallida, puesto que quienes controlaban el aparato estatal fascista,
con un solo partido, un único sindicato, un sola lengua obligatoria y la única religión verdadera,
siguen marcando los pasos vitales y la respiración de esta sufrida sociedad, pasiva hasta la
médula, siempre esperando instrucciones, ya sean políticas, económicas o sanitarias, sobre
cómo vivir una vida que si fuéramos conscientes que es única, seguro la viviríamos de otra
manera, con otros principios, con otras actitudes.
Mucho me temo que después de la publicación de este escrito, me incluirán (si no lo estaba
ya), en la lista de los 26 millones a fusilar, y por tanto, creo que la inquietud que manifestaba

al principio de este artículo, se va a transformar en indignación, rabia, impotencia, y por qué
no, también miedo.
Y así vivimos, sin despejar nubarrones y soportando esa losa.

Marc Cabanillles
President de l’Associació Valenciana d’Ateus i Lliurepensadors (AVALL)

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