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Hace unos meses, saltaron todas las alarmas debido a la publicación de un artículo donde se
demostraba que la concentración espermática media a nivel mundial había caído a la mitad en
los últimos 40 años y que, además, seguirá disminuyendo entorno al 2,64% de forma anual.
A esta velocidad, en unos 10-20 años, la concentración espermática media se acercará a los
valores que la Organización Mundial de la Salud (OMS) considera como fuera de los límites de
normalidad para poder conseguir un embarazo de forma natural, valores tomados del Manual
para el examen y procesado de las muestras seminales humanas (6ª ed. 2021).
De esta forma, en unos años, aumentará de forma considerable el número de parejas que
recurrirán a las técnicas de reproducción asistida, con el gran impacto económico y social que
esto supondrá.
Sin embargo, este no es el único problema, y quizás tampoco el más importante, al que se
enfrente la especie humana, reproductivamente hablando. Hay un factor importantísimo, que
además no suele ser muy tenido en cuenta, sobre todo en varones, como dice el dicho: la edad
no perdona.
¿Qué debe ocurrir para que se produzca un embarazo? El primer paso es que tanto el hombre
como la mujer produzcan gametos, por el proceso conocido como gametogénesis
(espermatogénesis en el varón y ovogénesis en la mujer). Cada gameto, óvulo
/espermatozoide, se forma por un proceso de división celular, la meiosis, para portar cada uno
la mitad de ADN al embrión, formando así un individuo con dotación genética completa.
Pero, ¿qué tiene que ver esto con la edad? La respuesta, tiene un fundamento biológico. A
mayor edad, más probable es que durante la meiosis, se produzcan errores, que conlleven a la
formación de gametos aneuploides, es decir, que tengan cromosomas de más o de menos. Un
ejemplo de esto es la mayor tasa de bebés con síndrome de Down nacidos de madres con
mayor edad. Fallos en la formación de sus óvulos propician que estos no dividan bien sus
cromosomas, originando embriones con una trisomía del cromosoma 21 o lo que es lo mismo,
3 copias de un mismo cromosoma.
La norma general a lo largo de la historia, ha sido atribuir siempre a la mujer los problemas
reproductivos. Basta con buscar un poco de información sobre familias reales, cuando se
culpaba a la mujer si no se concebían varones o el Rey cambiaba de Reina si esta no le daba
hijos, y en el caso de la dad, no iba a ser menos. Hasta que hace unos años, también se
demostró que, a ciertas edades, también comienza a fallar la meiosis en el varón, produciendo
una mayor cantidad de espermatozoides aneuploides durante la espermatogénesis. Si bien,
mientras que en la mujer los fallos en la gametogénesis comienzan a partir de los 35-38 años,
en el hombre aparece más tarde, sobre los 45-50 años.
Como ya se ha podido intuir, existen muchos factores de esterilidad/ infertilidad, y con el
avance de la ciencia y las tecnologías, seguro que, en unos años, este artículo deba ser más
extenso. Pero principalmente, se pueden agrupar en 4 tipos:

Factor femenino: en este caso, la mujer presenta algún impedimento o complicación que
dificulta el embarazo, como pueden ser desajustes hormonales, patologías o alteraciones
anatómicas, endometriosis, enfermedades genéticas o infecciosas.
Factor masculino: aquí es el varón el que presenta alguna alteración que dificulta la gestación.
En este caso, se pueden dividir en causas pre-testiculares, testiculares y post-testiculares,
atendiendo al lugar en que se produzca la patología.
Factor mixto: se da en parejas en las que ambos presentan alguna patología que impida el
embarazo. En ocasiones, sufren subfertilidad, lo que no les impediría tener descendencia con
otras parejas.
Factor de origen desconocido: en este grupo se agrupan los pacientes a los que no se le ha
diagnosticado ningún factor de esterilidad. En estos casos, la ciencia aún no ha desarrollado la
tecnología suficiente para descubrir que está afectando su fertilidad.
Aparte de estos 4 tipos de esterilidad, se conocen otros factores implicados directamente en la
fertilidad masculina y femenina, que están ampliando el estudio multidisciplinar con los
campos de la psicología, inmunología, nutrición y genética.
Actualmente, se han acuñado nuevos términos, como la infertilidad social y la infertilidad
económica. La primera de ellas, hace referencia al actual estilo de vida. Con el ritmo de vida
que a día de hoy llevan la mayoría de las personas, ausencia de estabilidad laboral y personal,
hasta bien entrados los 30 años, atrasando de esta forma la edad en la que la mujer busca su
primer embarazo, y esto, como ya hemos comentado anteriormente, no hace más que
complicar la gestación.
La infertilidad económica se da en parejas que pese a querer ser padres, no pueden acceder a
los costosos tratamientos de fertilidad, ya sea porque no cumplen con los requisitos para
poder hacerlo en la seguridad social o debido a que ya hayan agotado las posibilidades que
ofrecen los centros públicos. En ambos casos, los intentos deben realizarlos en clínicas
privadas, donde un ciclo de fecundación in vitro puede costar de media entre 4.000-6.000€.
Sin embargo, deberíamos saber que está en nuestra mano mejorar nuestra fertilidad. El
cuerpo humano, es una máquina que funciona perfectamente de forma conjunta, hasta que se
produce alguna alteración. Así es como debemos entender que todo lo que hagamos en
nuestra vida diaria puede afectar a nuestros órganos reproductores. Por lo tanto, nuestra
dieta, nivel de estrés y estilo de vida, así como la exposición a agentes tóxicos, la ingesta de
ciertos medicamentos y/o sustancias estupefacientes pueden afectar la fertilidad.
Así pues, llevar un estilo de vida con una dieta saludable, con un elevado consumo de frutas y
verduras, hacer ejercicio físico de forma moderada, evitar lo máximo posible las denominadas
drogas sociales (tabaco y alcohol), así como evitar el consumo de sustancias narcóticas,
provocan una mejor regulación de nuestro organismo, manteniendo un equilibrio hormonal
que promueva una correcta gametogénesis.
Además, otros factores externos pueden afectar a la fertilidad de los pacientes, como por
ejemplo la exposición a sustancias químicas (ftalatos, bisfenol y metales pesados) o la
exposición a agentes físicos, como la radiación X y las ondas móviles, así como la exposición a
elevadas temperaturas de la zona inguinal, sobre todo en varones.

Aunque el artículo sobre la pérdida de la calidad seminal es preocupante, desde mi punto de
vista, lo verdaderamente inquietante y que debería alarmar a la población es la elevada edad a
la que se comienza a buscar hijos, siendo este, el principal motivo por los que los pacientes
acuden a las clínicas de fertilidad.
Actualmente, las personas con más de 40 años, tiene un aspecto mucho más joven que hace
unos años, se podría decir que la juventud se alarga unos años más, pero nuestros órganos,
sobre todo los ovarios, siguen su ciclo vital sin modificaciones, y para ellos, los 40 no son los
nuevos 30.
Por ello, debemos mejorar nuestro estilo de vida y poner en práctica este dicho: CADA COSA, A
SU TIEMPO.

José Antonio Sánchez Rodríguez
Embriólogo y CEO invitroRED

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