Cada vez que hay una crisis migratoria o una fuerte afluencia de inmigrantes en alguna de las vallas y muros de la vergüenza de Europa, afloran las voces que hablan despectivamente de los refugiados que huyen del horror y el hambre. A partir de aquí podríamos establecer dos perfiles de personas xenófobas; el primero se corresponde con burgueses o personas de clase acomodada, así como de miembros de la jauría del capital, a los que les conviene que luchemos entre los esclavos para que no lo hagamos contra el poder económico opresor, el segundo, serían personas de clase trabajadora que caen en la trampa que les tienden “los de arriba”.
El objetivo del discurso ideológico, impuesto por la élite económica, es claro: conseguir que los trabajadores nos enfrentemos entre nosotras por diferencias tan nimias como el color de la piel, el origen geográfico o cultural o incluso la religión, y que, de esta forma, no nos enfrentemos a quien de verdad nos oprime, el gran capital y una serie de políticos corruptos al servicio de aquel.
Este discurso se desmonta fácilmente, ya que, además de la obvia obligación de occidente de acoger a aquellos cuya vida ha destrozado, mediante guerras y políticas económicas neo-liberales, en Europa, cada vez, necesitaremos una mayor contribución de los inmigrantes, de cara a rejuvenecer nuestros países y fortalecer económicamente nuestro estado del bienestar, creando un modelo productivo capaz de absorber e integrar a la inmigración.
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Por eso hemos de decir “lucha entre clases, paz entre pueblos”, tenemos que dirigirnos a esos ciudadanos a los que, el capital ha conseguido manipular, y convencerlos de ser valientes, de que no hemos de pelear entre los esclavos, que para mejorar nuestras vidas, conquistar derechos sociales y conseguir un país en el que nadie se quede atrás, hay que combatir las políticas de una clase privilegiada que ha provocado esta crisis y se ha enriquecido con ella.
Joan Perez Lara
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