Tras veinte años de ocupación, los yankis se retiraron derrotados de
Afganistán. Un nuevo fracaso del imperialismo en su papel de “gendarme
mundial”. Deja un país en ruinas. El poder quedó en manos de los talibanes, un
movimiento político religioso islámico ultrarreaccionario. Un monstruo
originariamente creado por el propio imperialismo que en los años 80 los
financió para hacer una guerrilla contra la invasión de la ex URSS. Luego de
derrotada la invasión y caída la URSS, los Estados Unidos y el Pentágono
perdieron su control.
Cuando los talibanes gobernaron entre 1996 y 2001, impuso una dictadura
burguesa islámica, un gobierno teocrático brutalmente represivo en primer
lugar contra las mujeres. Ahora los talibanes pretenden terminar de liquidar las
parciales libertades del pueblo y los derechos de las mujeres que serán
resistidos por gran parte del pueblo afgano, en especial en las ciudades, por
las mujeres y por las demás etnias que pueblan el país. Miles salieron a las
calles, por ejemplo, el 19 de agosto a defender la bandera afgana en el día de
la independencia nacional de los ingleses y fueron reprimidos por los talibanes.
Las imágenes de mujeres desesperadas junto a sus hijas intentando huir en el
aeropuerto de Kabul no deja de conmover al movimiento de mujeres del
mundo entero, quienes nos solidarizamos con la resistencia afgana al régimen
talibán. Las que intentan huir lo hacen porque todavía está presente el
recuerdo de cuando gobernaron los talibanes en la década del ‘90 aplicando
una interpretación radical del Corán en la que se les prohibía salir a las
mujeres a la calle sin acompañamiento de un varón y sin el burka (que las
cubre de la cabeza a los pies) como así también, la imposibilidad de estudiar o
trabajar fuera del hogar. Entre otras atrocidades.
En veinte años de ocupación imperialista, tanto Estados Unidos como
la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) han bombardeado el
territorio matando civiles y vulnerando sistemáticamente los derechos
humanos. Una intervención que ha expulsado de sus casas a millones de
personas afganas y ante las cuales la Unión Europea ha cerrado sus fronteras
sistemáticamente, externalizando en otros países, como Turquía, el control
migratorio y condenando a millones en campos de refugiados con condiciones
de vida infrahumanas. Y a quienes han conseguido ingresar, les han negado
sus derechos fundamentales para poder explotarlas todavía más. De hecho,
portavoces del imperialismo como el presidente de Francia, Emmanuel Macron,
advirtió que su objetivo es frenar el evidente aumento del flujo migratorio
hacia Europa.
Denunciamos y rechazamos esta política y defendemos la apertura de
fronteras con plenos derechos. Por todo esto es evidente que la solución para
las mujeres, en particular, y el pueblo afgano, en general, no viene por el lado
del imperialismo yanki que invadió y destruyó el país. Pero tampoco por el lado
de los talibanes y su movimiento fundamentalista y misógino.
Con el control militar en todo el país, el movimiento islamista talibán se
propone establecer un Estado teocrático bajo su interpretación
ultrarreaccionaria del Islam y la ley sharia, que denominaría el Emirato
Islámico de Afganistán. Con el uso instrumental de una religión, impondría un
retroceso en las libertades y derechos de las mujeres afganas, que reforzaría la
opresión y la desigualdad propia de las relaciones sociales patriarcales del
capitalismo. Con el impedimento del trabajo fuera de la casa, la prohibición de
mostrar alguna parte de su cuerpo o usar maquillaje, hablar o reír en público,
la no participación en actividades deportivas, entre otras que ya fueron
implementadas cuando gobernaron anteriormente.
Apostamos a que la respuesta de las mujeres afganas no se haga esperar ante
el control sobre sus vidas, trabajos y cuerpos. Valoramos la organización y la
protesta con manifestaciones y marchas en rechazo a la pérdida de sus
libertades y derechos que se enfrentan con una valentía admirable a la
presencia armada de milicianos del régimen talibán que vigilan las calles y
están encargados de imponer el nuevo orden ultrarreaccionario.
Llamamos a la solidaridad internacional con las mujeres y con todo el pueblo
afgano en su lucha contra el nuevo gobierno para impedir que se vuelva a la
represión de los años 90 y para lograr su independencia, igualdad y libertad.
Sabemos que solamente con un gobierno de la clase trabajadora que avance al
socialismo con plenos derechos se podrá garantizar verdaderamente la libertad
del pueblo afgano, para las mujeres y las disidencias.
Como feministas socialistas abrazamos toda forma de resistencia y de la
organización de las mujeres afganas contra los talibanes. La lucha de las
mujeres afganas también es nuestra lucha. Denunciamos que la ultraderecha y
la derecha en distintos países de occidente mantienen un sólido apoyo a
movimientos religiosos fundamentalistas evangélicos y católicos que
desarrollan una política patriarcal ultrarreaccionaria en contra de las mujeres,
que niega el carácter político de la violencia de género, cuestiona y anula la
educación sexual y reproductiva, desestima la discriminación laboral por
razones de género, rechaza la legalización del aborto, minimiza e incluso
justifica los abusos sexuales, se opone al reconocimiento del trabajo
reproductivo, ridiculiza la repartición igualitaria del trabajo de cuidado y el
abandono paterno.
Desde la Unidad Internacional de Trabajadoras y Trabajadores – Cuarta
Internacional (UIT-CI) llamamos al conjunto del movimiento internacional de
mujeres a acompañar esta lucha y rodearla de solidaridad para que triunfe
contra la dictadura teocrática y contra toda injerencia imperialista.
#TodasSomosAfganas
20 de agosto de 2021
Mujeres de la Unidad Internacional de Trabajadoras y Trabajadores –
Cuarta Internacional (UIT-CI)