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“Mujeres fuertes capaces de sobreponerse a la adversidad” es como define la escritora Alicia García-Herrera a las protagonistas creadas por el filólogo anglo-sudafricano John Ronald Reuel Tolkien autor de “El Señor de los Anillos”, su obra cumbre, llevada al cine en una trilogía que “no respeta fielmente la obra”.

La doctora en Derecho relata que en su adolescencia quedaría atrapada por tan fantástico relato. ¿Son realmente valorizadas las mujeres en el legendarium o cumplen con el papel estipulado por la incombustible hegemonía del hombre? Tal parece que son coprotagonistas ceñidas al papel de mero aderezo eventual que, por si fuera poco, en la versión fílmica, “quedan muy opacadas”.

¿Qué se vislumbra de todo ello? La implacable sociedad patriarcal, despótica y contagiosa la cual, a través de los siglos, sigue ahí, refocilándose más o menos visiblemente. “Actualizar e interpretar los mitos” con visión feminista es arduo, peligroso y quimérico teniendo en cuenta que “siempre hay patrones comunes en todas las heroínas” que para obtener migajas de reconocimiento “a veces, tienen que hacer acciones heroicas”. Figuras femeninas siempre en segundo plano si es que logran descollar se contabilizan como excepcionalidad afianzando la regla del sometimiento.

Odette Brunet e Irene Lezin psicólogas francesas investigadoras de las escalas del desarrollo infantil dirimieron que: “la necesidad de dominar al infante se manifiesta con más fuerza cuando se trata de una niña. Aunque pequeño e indefenso, un varón ya es el símbolo de la autoridad a la cual se somete la propia madre”.

“Las experiencias vitales nos marcan mucho” ¿Cómo canalizar heridas psicológicas? también Tolkien las padeció, “un estudiante que pierde a sus padres y cuando ya se puede casar le coge la guerra y lo mandan al frente”, a ese infierno, la patria demoníaca de la que Collin de Plancy, acérrimo demonólogo, escribiría: “La opinión común coloca este país en el centro de nuestro pequeño globo (…) Swiden ha querido demostrar que (los demonios) tenían su morada en el sol; otros lo han puesto en la luna”. Sol “Anar” y luna “Isil”, pasarían a ser astros referentes en el escrito del doliente soldado Tolkien aquejado de fiebre de las trincheras a causa de la picadura de piojos humanos durante la Primera Guerra Mundial, quedando marcado por las atrocidades del campo de batalla, el fétido olor a putrefacción de los cadáveres y la contemplación del rigor mortis en sus compañeros de filas, sumiéndole en las tétricas tinieblas de los dominios de Sauron y sus lóbregos seres y desnaturalizados monstruos.

Su “enfermedad se desarrolla con la guerra”, sin duda, porque ¡cualquier guerra es insania! Durante la convalecencia redescubre la luz gracias al límpido entorno, “el paraíso cuando viene del infierno”, por lo que no duda en utilizar todo los medios literarios para iluminar los capítulos de su relato ya sea mediante “joyas que transportan la luz o lo cabellos
rubios”. Fue la impoluta y aristocrática enfermera que le atendió, “esa mujer que protagoniza su cuento de hadas”, el germen de sus heroínas todas ellas encasilladas en los cuidados y servidumbre, papeles asignados ritualmente a la mujer.

¿Misoginia en el relato tolkieniano? “Necesitamos conocer las obras clásicas, leerlas situándolas en su contexto”.

¿Quién fue el avispado que organizó el patriarcado machista? Mathilde Vaerting, psicóloga del pasado siglo, relata, basándose en documentos, la existencia de los matriarcados existentes antes de Cristo en el Mediterráneo, “Los hombres eran más bajos que las mujeres y tendían a engordar. Se ocupaban de los quehaceres domésticos y cuidaban a los niños desde el primer día de nacimiento.

Eran más coquetos temerosos y sus novias los cortejaban con agresividad. Debían llegar puros al matrimonio y prometer fidelidad estricta (…) existía una sola diferencia: la dominación femenina no determinaba una prostitución de los hombres”.

“Las elfas sólo tienen un hijo”. ¿Por qué las mujeres acarrean en porcentaje altísimo la responsabilidad anticonceptiva sufriendo invasivas medidas y sus respectivos efectos secundarios? ”Los elfos es la conexión con la naturaleza, con lo artístico”, dramáticamente el novelesco gen élfico ha desaparecido por completo en el ser humano quien está absolutamente decidido a rematar la naturaleza sin piedad merced a la codicia y artificialidad que arrasan con todo. García-Herrera en la presentación de su novela: “La Dama Blanca”, en la valenciana Biblioteca de la Dona enumeró a heroínas como Arwen quien “renuncia al poder como expresión del amor o en beneficio del bien común, arquetipo del matrimonio”, puntualizando que las “mujeres terminan renunciando a sus dones como hacemos muchas mujeres”, encadenadas a la metodología del vasallaje sin eximentes. ”Renuncia a la inmortalidad, ella tiene que ver como su esposo elige morir,

Aragorn, quien parte cuando cree que su labor ha terminado”, en base a ello, ¿por qué no siguen tal pauta a nivel de interferencia política, en superficie o subterránea, algunos liofilizados personajes? “La Dama Blanca” conecta con el arquetipo de doncella malograda, “capaz de marcharse sin su esposo, empoderada, Galadriel reina y hechicera”. ¿Cuántas soberanas han tenido que hacer uso de ciertas artes para acercarse al trono o mantenerse en el siendo que el poderes prerrogativa del hombre? “Tras el nacimiento de Leonor (…) se planteó una reforma constitucional que estableciese la igualdad entre hombres y mujeres en la línea sucesoria de la Corona (…) El debate sigue sin estar resuelto, ya que requiere de un referéndum”.

Galadriel es “femenina pero también masculina, un ser de un poder extraordinario, puede percibir la mente de los enemigos, se le confía la guarda de los anillos del poder”, en resumidas cuentas, se convierte en una especie de vicepresidenta del Gobierno bajo liderazgo masculino.

¿Pueden las heroínas sentir placer sexual, tener orgasmos? ¿Qué tabú se trata de conservar a ultranza respecto a ese tema por los más arcaicos y ultraortodoxos “sillones” en la España de “charanga y pandereta? Especímenes de Mordor continúan empecinados en idioteces, cuando no maldades, como la esgrimida por el decimonónico médico británico William Acton quien sentenciaría: “La idea del placer sexual en las mujeres es una calumnia rastrera”. ¿Por qué los hombres pontifican sobre el cuerpo de la mujer? El cuerpo de las mujeres es de ellas. ¿Cuántas aberraciones se han cometido y realizan a día de hoy al respecto como la mutilación de niñas mediante ablación del clítoris? “Las heroínas de Tolkien están totalmente asexuadas” invariablemente enredadas en un “destino infausto”.

Éowyn doncella guerrera, enarbola la espada, “tiene un poder exclusivamente doméstico, una perfecta aspirante al trono, acosada sexualmente, representa algo más que la doncella encerrada en la torre que se enamora del primero que pasa”, decide “vestirse de varón y se pone una coraza”. Corría el siglo dieciocho cuando en Gouda, ciudad holandesa, se condenó a María van Antwerpen, por “fraude flagrante y mayúsculo al falsear su nombre y cualidad (…) con su disfraz había cortejado y desposado a otra mujer (…) las presiones que llevaban a la decisión de travestirse eran a veces materiales, como la pobreza; pero también podían ser emocionales, como el patriotismo o el amor a otra mujer, o una mezcla de ambas”, recogen Rudolf M. Dekker y Lotte van de Pol. Tolkien “no permite la unión (con Aragorn) de una doncella de un linaje más plebeyo, demasiado joven, demasiado ambiciosa y no tiene linaje”.

¿Perseverando en las sagas entre magnates, líderes, mafias, delincuentes, extremistas y demás cortocircuitos sociales? Endogamia devastadora manifiesta en retratos reales de cualquier pinacoteca, en documentos gráficos y en velados archivos de familias oligarcas.

“Escritor que tiene características católicas desarrolla temas medievales como el amor cortés, autor cuestionado desde la perspectiva de género” recrea el dogmático “concepto de lo femenino”. Tanto en aquel encorsetado siglo diecinueve victoriano como en ciertos entornos, culturas y sociedades las heroínas no son más que víctimas que, tras los cinco minutos de gloria, chocan con el techo de cristal en base a lo cual se sustenta el lema machista de que “el destino mejor para una mujer es el matrimonio”, el retorno al redil de lo normativo y. ¿cómo no? ante cualquier insubordinación “viene un hombre más fuerte que ella y la domestica”. El autor “recela del deseo de ambición” femenil por lo que “el precio que Tolkien pone a todo el que se sale del patrón” es altísimo, ¡real como la vida misma! Misoginia, machismo, estereotipos que trufan cualquier género literario por lo que “magas, amazonas, reinas”, también en la obra de Tolkien, son “seres de extraordinaria belleza”.

¿Por qué la belleza ha de ser intrínseca a las heroínas?

“Idri y la defensa de la familia, sus consejos son bastante escuchados por su esposo”, ¿bastante escuchados? Morwen, Nienor, Haleth, y Lobelia quien ayudaría a los hobbits desahuciados por Saruman, ¿cuándo habrá un personaje de tal magnitud que salvaguarde el derecho a la vivienda ofreciendo solución habitacional de calidad a víctimas de fondos buitres inmobiliarios y latifundista del ladrillo acogiendo a personas sin techo? ¿Cuándo se perseguirán a culpables de “suicidios económicos”? También están Melian y Yavanna protectora de los bosques, de los “Dos Árboles”, ¡defender los árboles! ¿qué descarbonización puede existir si no? Varda, y Elanor Gamyi, esta última heredaría el “libro rojo” y su mitología, ¿para cuándo desclasificar documentos franquistas de posguerra o acceder a datos sobre los trescientos mil bebés robados durante la dictadura franquista y hasta mil novecientos noventa? Patricia Highsmith, novelista estadounidense, atea y lesbiana apuntaría: “Al escribir un libro, a la primera persona a la que deberías complacer es a ti mismo. Si eres capaz de divertirte durante todo el tiempo que te lleve escribir el libro, más adelante también divertirás a los editores y a los lectores”.

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