“Es una cultura entera que hay que cambiar, nosotras estamos enseñadas para callar y la burocracia siempre me está recordando que soy una mujer”
Mari Ángeles Durán doctora en Ciencias Políticas se dio cuenta de las connotaciones de ser mujer al presentarse a las oposiciones a cátedra ya que convertirse en investigadora era “ser científico!”. En tal afán, compañeras sin recursos tuvieron que abandonar los estudios universitarios, de hecho algunas a fin de mes acababan comiendo arroz por no alcanzarles la beca, “la barrera fundamental la atravesé porque venía de una familia de clase media”.
Mujer sin dinero ¡otro hándicap! Siendo mujer “si te quedas embarazada y estás haciendo la tesis, no la acabas”, el vigente consenso inapelable del establishment es que cualquier faceta de cuidados prevalece a cualquier otra dedicación y corresponde a la mujer. Durán, autora de la tesis doctoral titulada: “El trabajo de las mujeres”, explicita que dicha labor de atenciones en la mujer española equivale a veintiocho millones de empleos. “Nos estamos dejando fuera todo aquello que no tiene precio”.
¿Quién osa cuestionar la productividad de calmar y atender a una persona con Alzheimer? “Tenía dieciséis años cuando empecé la universidad” y tomar pastillas anticonceptivas era un delito, “tuvimos que delinquir”, confiesa la madrileña Premio Nacional de Sociología y Ciencia Política 2018. La maternidad no deseada frustró la carrera de muchas mujeres puesto que “para aportar algo a la ciencia hay que dedicarse al cien por cien, ahora quieren ser madres y no pueden “por economía”, también relata que presentándose al premio de fin de carrera menstruaba y “de repente me mancho”. “Ella no quería novio, no quería amigos, solo quería estudiar, no la distraía nada”.
Vivía en una buhardilla del barrio Latino parisino donde siendo estudiante pasaría cuatro años de brutal pobreza, la propia María Sklodowska escribiría: “Apenas comía y en las noches frías mantenía mi cuerpo en calor tapándome con mi humilde ropa (…) ahorraba todo lo que podía para costearme mis estudios”, según recoge José Antonio Peña Martínez en su libro Marie Curie. La científica en un mundo de hombres, quien comentaría en la presentación de la obra en la Biblioteca de la Dona que. “No podía enchufar la estufa de carbonilla, por no querer gastar en carbón, pasó hambre hasta el punto de desmayarse en clase, solo quiere trabajar, quiere servir a su pueblo”, a Polonia, el Zarato, anhelante de retornar y enseñar sus conocimientos.
El también profesional del Consejo Superior de Investigaciones Científicas recalca que Madame Curie fue “la primera mujer científica que le planta cara a la Comisión” de los Premios Nobel, galardón otorgado a “diez o veinte hombres por cada mujer”. Mujeres en todos los campos de la investigación han sido relegadas en base al “relato dominante masculino de la historia que ha contado otra versión: la suya” de tal manera que muchos descubrimientos de científicas no les han sido reconocidos, “tapados por sus compañeros” e incluso plagiados.
A Rosalind Franklin, investigadora de las estructuras del ADN con sus instrucciones genéticas y del ácido ribonucleico ,ARN, “la apartaron del premio y se lo dieron a sus compañeros”. Deplorable es “el desprecio que los científicos tienen por el trabajo de las mujeres, se las trata siempre como una anomalía” manteniéndolas en “la famosa cuota femenina”. ¿Cómo se llega a tan aberrante situación? ¿Quién dicta que las científicas “no pueden producir porque asumimos la carrera de la maternidad”? “En muchos sitios siguen pensando que todo es biología”.
¿Se premia el “limitar el tiempo de gestación” en sectores profesionales? “Tenemos demasiadas cesáreas en España”.
Actualmente el sistema se ha agenciado una fórmula resultona: “con una mano la miel y con la otra el vinagre”. La Casa de la Ciencia (CSIC) para la conferencia titulada: “Las barreras de la igualdad en la Ciencia”, se contó con el profesor de Investigación y ex gestor del Plan Nacional de Física de Partículas Juan Fuster quien reseñaría que, al presente, el treinta y cinco por ciento de la plantilla del Consejo Superior de Investigaciones Científicas son científicas, “falta saber si se están incorporando más mujeres, hace tres años había decrecido el porcentaje, es un patrón que se repite” internacionalmente.
¿Cuándo se dejará de utilizar el lenguaje para segregar? ¿Por qué en vez de homo sapiens no aludir a femina sapiens?
Libros técnicos citan a los padres fundadores obviando categóricamente a la mujer, es un perpetuado “encontronazo con el lenguaje” donde “la segunda liga es la de las chicas, hay que revisar los conceptos, el verdadero cambio está en los conceptos, en la ciencia, ¡llevo peleando más de cincuenta años!” en tal frente, confesaba la experimentada octogenaria. Y, ¿qué pasa cuando acabas la carrera? “No te ofrecen publicar y el sistema de citas (contrataciones, financiación) es como el sistema de poderes”. José Antonio Peña Martínez en la introducción de su biografía sobre Maria Sklodowska (Marie Curie), afirma que “ser un científico es mucho más que estar en un laboratorio: requiere, además, leer libros y artículos especializados para estar al día en los últimos avances, tiempo para dirigir tesis doctorales y supervisar experimentos, escribir publicaciones, dar conferencias y… ¡conseguir que financien tus investigaciones!”. En ciencia ¡también! las mujeres que alzan la voz son achantadas por la inculcada, trasmitida y mantenida creencia, de que “el silencio es el ornato de la mujer” por lo que en la galería de nombres ilustres, a duras penas, han incursionado mujeres de las innumerables ocultadas y ¿qué decir de científicas trans?
“Naturalmente, el mundo científico es machista, homofóbico y transfóbico, cada vez menos, pero lo sigue siendo” declara Alejandra León doctora en Física. En su charla Durán citó al filósofo y científico griego Aristóteles y la vomitiva declaración de que:
“Hay seres que nacen para obedecer, los animales, los esclavos y las mujeres”. ¿Existen sólidos y factibles cambios reales o solamente son abracadabras oportunistas? “Este equilibrio está costando y va a costar”, apuntaría refiriéndose al reconocimiento e igualdad para con doctas mujeres José Manuel Serra, profesor de investigación del CSIC, integrante de la mesa, añadiendo que “siempre hace falta ese toque de equilibrio”. Por su parte el químico y catedrático Hermenegildo García, valorando la aportación femenina, reconocía inusitadas trabas a salvar por científicas como el criterio familiar que “las para, hay unos años que la mujer pierde, ¿cómo se puede quitar ese parón?”.
¿Cuántas jóvenes científicas nutren plantillas de restauración al no poder migrar para desarrollar sus capacidades fuera de España donde les es imposible integrarse consistentemente a cualquier proyecto especializado? ¿Supervivencia cotidiana “vs.” actualización y puesta en práctica de conocimientos? El bálsamo de trabajos eventuales en equipos de investigación ilusiona a investigadoras sabedoras de que en un semestre, o un año como máximo, serán despedidas sin ahondar en experimentos conjuntos. Mujeres dominadas, esclavizadas, torturadas, vilipendiadas, minusvaloradas en cualquier contexto y espacio, asesinadas por el hecho de ser mujeres, que continúan padeciendo existencias agónicas bajo dictaduras y prácticas machistas, mujeres que en países denominados avanzados demostrando contundentemente su valía sufren una sibilina y envidiosa manipulación que les priva de estelares conquistas reduciendo sus laureles a condimento para la soberbia de cualquier intrigante majadero posicionado.
La historia de la humanidad se ha escrito en contra de la mujer, muestra de ello es lo publicado por el médico y moralista escocés, del siglo dieciocho, John Gregory en su Legado de un padre a sus hijas: “Si tienes algún conocimiento, debes guardarlo como si fuera un profundo secreto, especialmente con respecto a los hombres, que generalmente ven con mirada celosa y malévolamente a la mujer de grandes dotes y de inteligencia cultivada”. La historia mundial se ha escrito en función al encasillamiento que el hombre dicta y la persecución de mujeres con inquietudes.
Marie Curie fue la primera catedrática en La Sorbona, la única, hasta la actualidad, en ganar dos veces el Nobel, pionera en “crear un nuevo campo de la medicina (la radioterapia)”, amaba Polonia y al igual que Chopin, para Marie su mayor anhelo era ser útil a su pueblo, un país en el que como escribe Jesús Laínz y cita Peña: “las autoridades zaristas tuvieron claro que en muchas ocasiones, lengua, música y agitación política iban de la mano (…) la enseñanza , desde la primaria hasta la universitaria en idioma polaco quedó prohibida (…) prohibición de hablar polaco (…) se pusieron fuera de la ley ciertos trajes típicos, y hasta se prohibió imprimir la palabra “polaco” en los periódicos”.
¿Mensajes y políticas sangrantes e imperecederas? Todo se replica cuando la vetusta necedad totalitaria toca “sillón” ornada con bochornoso machismo consensuado que arrodilla a mujeres deportistas sin inmutarse. Brutalidades transmitiendo, al fin y a la postre, que las mujeres son ¡nada! ¿Qué es hoy en día la mujer en Irán? ¡Nada! afirma la joven iraní Saba. Podridas enseñanzas siguen adoctrinando en el servilismo femenino y silenciando aberraciones incestuosas, abusos (“Mi niña es hermosa, no puede ser más amorosa. Me ha jurado que su pequeño corazón me pertenece” confiesa el padre de la compositora Clara Schumann), exonerando violencias físicas, psíquicas, económicas, laborales y culturales. ¿Cuántas bibliotecas en el ámbito universitario tienen nombre de mujer? En la Polonia zarista se prohibieron los estudios universitarios a las mujeres.
La feminista Jadwiga Szczwinska Dawidowa fundó la perseguida Universidad Volante de Varsovia con la que subsanar, en lo posible, tal discriminación como refiere Peña. Mujeres como Durán llevan la ciencia en el tuétano: “Nunca me he arrepentido de ese amor que tengo al conocimiento al saber” a pesar de zancadillas, chismorreos y criterios familiares como el de: “Si vas a estudiar ingeniero industrial va a ser muy complicado y en filosofía hay mucho barbudo con pelo largo”. Una vez en la facultad descubriría que “tanto se aprendía en los pasillos y cafeterías de alrededor como en las aulas”, por aquél entonces el libro de Marx estaba bajo llave, había que enseñar el carnet de identidad”.
Existen múltiples formas de acabar con la existencia de las mujeres una de ellas impedirles desarrollar el intelecto. Margaret Eleanor, novelista otauesa (Canadá), autora de El cuento de la criada y activista perteneciente a Amnistía Internacional y MBird Life Internacional en defensa de las aves sentenciaría: “Los hombres temen que las mujeres se rían de ellos. La mujeres temen que las maten”.
Texto: Ángeles Sanmiguel
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