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“Algunos chicos, algunos días, vienen y nos atacan, decimos ¡para! y no nos hacen ni caso”, comenta Vega una niña de cinco años mientras Alma, de igual edad, añade que “las chicas se van con las chicas en el colegio”. En el cartel de otra pequeña se lee: “Los chicos y chicas son iguales, dejadnos en paz, las chicas son libres, podemos hacer lo que queramos”. Veinticinco de noviembre, Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra las Mujeres.

En la manifestación celebrada en Valencia se escuchan comentarios como el de que “a las mujeres que matan son todas de izquierdas, ninguna de derechas”. Gritos, pancartas y mensajes ambientan la marcha. “Dónde están las mujeres del PP? Yo sí sé dónde están con Ayuso y Abascal”. “¡Polla violadora, a la batidora!”. “¡No es no!”. “¡Vosotros fascistas sois los terroristas!”. “No puedo ser la mujer de tu vida porque soy la de la mía”. “La diferencia entre putero y violador es un billete”. “No es un caso aislado, se llama patriarcado”. “1.237 víctimas mortales”.

Bicicleta en mano el político Giuseppe Grezzi apunta que “en la Generalitat nunca ha habido una presidenta, no hay una igualdad real, se han dado avances pero está siempre el techo de cristal, hay un problema muy grave, es una violencia estructural, violencia que abre la puerta a más violencia, se les critica como van vestidas, existe el abuso de poder que da pie a la violencia“. Como el suceso del “directivo de Canal9 ha habido muchos casos”. ¿Qué debe acontecer para que la mujer en política ostente un rol no subyugado o no sea acosada? ¿Hay cabida en la cocina política, y “también en la gestión pública”, para la verdadera igualdad?

Chanzas sobre mujeres y chismorreos machistas campan por los pasillos de alcaldías, diputaciones, gobierno, funcionariado y hasta personal de servicio. CGT, CNT, CCOO País Valencià e Intersindical desfilaron aunándose al clamor popular contra la violencia machista en cualquier escenario. Actualmente sindicatos de lucha están en la mira mientras sus afiliadas sufren señalamiento e inquina multándolas y enjuiciándolas. Abusos a trabajadoras son silenciados por plantillas temerosas de ver rodar sus cabezas o por el mero folklore machista ante lo hecho por otro hombre. Taira, cargando en brazos a su hija de cinco años, se declaraba víctima, física y psicológica, de una relación tóxica. “Yo la he sufrido, por eso estoy aquí hoy”, al huir de la violencia se encontró sin medios para vivir junto a su niñita, fue gracias a una organización que ha “encontrado ayuda, soporte psicológico y financiero, todo”, reconoce que “vivimos en un sistema patriarcal que da derecho al hombre a hacer lo que quiera y solo nos damos cuenta de algunas cosas cuando lo pasamos”, confía en que dentro de “algún tiempo se pueda llegar al respeto de la mujer” mientras tanto transmite la realidad de la sociedad a su hija para “que entienda lo que es el patriarcado, que sea fuerte, que tenga coraje”. Iago, de diecinueve años, afirma convencido que “la mayor parte de la juventud denuncia la violencia machista”, aunque “yo sí que cuando era más joven, sí que era un poco machista”, a posteriori, ya “en la educación pública, desde el minuto uno, se me ha empapado de feminismo, en el Benlliure, en la ESO, había un grupo feminista, allá por el año dos mil dieciséis, un buen grupo”. Abomina de las violaciones en manada, “me parece una cuestión asquerosa”, si presenciase alguna violencia machista “intentaría vocalizarla, señalar, ¡¿qué estás haciendo cerdo!”.

Religiones de todo pelaje se agarran al machismo como lapa a la roca, tal como escribe el magistrado y político adscrito al socialismo marxista Joaquín Navarro Estevan: “La inferioridad fisiológica moral, jurídica y política de la mujer ha sido y sigue siendo, abierta o encubiertamente, uno de los principios esenciales de la antropología católica”.

En la economía del conocimiento, en la nueva era de las miríadas de desarrollos tecnológicos, ¿seguirá impertérrita la colonización del patriarcado, machismo y misoginia? Indudablemente, sí. “Se enfada porque le he dado like a un amigo de clase. Es violencia machista”. Hombres manejando el nutriente algorítmico en los instrumentos teleconectivos ¿qué mensaje inocularán a las máquinas? ¿Autopistas tecnológicas globales afianzando criterios de dominación y preponderancia patriarcal? ¿Es factible enfrentarse a los poderosos intereses de las empresas tecnológicas impidiéndoles mercadear con la invasión y manipulación machista de la intimidad? “Se enfada por no mandarle una foto desnuda”. “Me ridiculiza delante de mis amigas”. “No me habla porque no quiero salir con sus amigos”. “Se cabrea por haberme puesto falda para salir”. Quince millones de niñas y adolescentes, de quince a diecinueve años, han sufrido violencia sexual. Conventos de monjas, mansiones de magnates, islas privadas de financieros, campamentos de personas refugiadas, asentamientos agrícolas, catástrofes, familias, centros de reclusión, espacios públicos, parlamentos, alcaldías, redes sociales, el orbe de las artes y otras muchas localizaciones son entornos de violencia contra la mujer en un mundo donde una de cada tres mujeres es víctima de esta lacra que a Europa, anualmente, le cuesta cientos de miles de millones de euros.

En la alta burguesía y entornos privilegiados el glamour y la violencia de género coexisten veladamente. ¿Denunciar?

Ni en sueños. Hasta el entorno cercano aconseja poner punto en boca no vaya a ser que la víctima pierda bienes, posición, vástagos, prestigio. “Que no se quejen”. Y eso es lo que hacen, no quejarse y vivir una vida miserable repleta de constantes presiones, dominio, maltrato, intimidación sexual, escupitajos en la cara, puñetazos en puertas, insultos, rotura de objetos, vaciado psicológico, amenaza vicaria y a animales de compañía, vejaciones, maltrato emocional, hospitalizaciones con diagnósticos amañados por complicidad con el reconocido cónyuge. Resumiendo: terror envuelto en ropas de firma, joyas, automóviles, yates, palacios, mansiones, peluquería, cirugías estéticas, drogas y multitud de cosas que sirven para pasar página una vez tras otra. Vivian Rodríguez del Toro psicóloga junto a la trabajadora social Milagros Colón Castillo, ambas portorriqueñas, en un estudio conjunto apuntan que “los ricos no piden perdón”, lo hacen “regalando obsequios”. Sobornos que maquillan moratones, fastos que frenan detracciones, viajes que adormecen voluntades. “¿Qué policía va a esposar a un hombre que tiene tanto poder? Que donó tal cosa o inauguró un edificio?”, escriben. Numerosas mujeres empecinadas en el mensaje tribal de vasallaje nunca se sublevaran contra el considerado macho proveedor, acomodadas al suplicio llegan a mantener una postura de constante exculpación del victimario autosugestionándose en la creencia de que cambiará. ¿Divorcio como salida del bucle de maltrato en las altas esferas? Tal parece que así es, aunque siempre solicitándolo en base a infidelidades, nada de hablar de violencias que menoscabarían el prestigio del ricacho delincuente.

Apuntar que tener armas de fuego en tales hogares es cosa habitual, ya sea revólveres, escopetas o rifles de caza, actividad afín al perfil socio económico. En “La justicia y sus puñetas” se lee: “Para el juez no era creíble lo que contaba la supuesta víctima, pero además su forma de vestir la invalidaba. Que si vestía bien seguro que no fue agredida, o lo que es lo mismo: si bien vestida la ves, maltratada no es”. Mujeres como propiedad de “señoros” han podido sobrevivir al vejatorio dominio mediante inteligencia y determinación. Farida, reina consorte de Egipto padeció la violencia machista del rey Faruq con todas sus vertientes de alto “standing”, negándole la asignación económica, con amenazas mortales de envenenamiento y la exhibición pública acompañado de amantes, algo usual e intemporal, en rangos de soberanía. La soprano María Callas padeció violencia verbal por parte de compañeros criticándola despiadadamente por su obesidad.

“No hay educación en los colegios, para mí es mucho más importante la educación que la familia”, dijo Boni de Valencia Laica presente en la manifestación convocada por el Moviment Feminista de València. “La violencia machista es trasversal, es una cuestión de poder, ¡la maté porque era mía! ¡yo mando! muchas de las agresiones se habían denunciado antes, es un fracaso”. En los laboral, la mujer, aunque “hay convenios de igualdad de salarios, el veinticinco o treinta por ciento cobra menos, sobre todo en las mujeres de la limpieza, el empresariado español no es muy europeo, ¿por qué una mujer si se queda embarazada hay que despedirla”. Raquel Ortiz, coordinadora de la misma organización, sentenciaba sobre las violaciones en manada y violencia de género que “la base de todo esto está en la pornografía, muchos jovencitos aprenden a relacionarse sexualmente con imágenes muy violentas, a partir de los nueve o diez años ya ven pornografía, esa es para mí la base de las violaciones grupales, las películas, las canciones, las religiones, en Irán no pudieron derogar que una chiquilla se case con un tío mayor, la religión tiene un papelón, la religión trasciende mucho y encima la pagamos”.

Sigmund Freud en junio de mil novecientos diez redactaría: “Los chistes eróticos y de otra índole que circulan por el pueblo son excelentes recursos auxiliares para investigar la vida psíquica inconsciente del hombre”. ¿Qué se inculca, o se deja de trasmitir, para que la pornografía sea la que abastezca la curiosidad juvenil e infantil?

Ya en Mesopotamia los textos cuneiformes hablan de la “inviolabilidad de la propiedad (…), Nabushulmlishis registra de forma oficial sus derechos sobre Belit Silim, a la que acaba de comprar (…) ha hecho grabar su nombre con hierro candente en la mano de la joven (que le recuerda a Belit que hasta el día de su muerte quienes la rodean la condenan a la infrahumanidad)”, instruye el libro “Mujeres esclavas de todos los tiempos”. Banderas del colectivo LGTBI, Esquerra Unida Pais Valencià y del PCPE ondean. Pegatinas de “Lliures y Combatives” en la ropa. “Me pudiste ahorcar pero no quitarme la voz”. “Vox escucha, estamos en la lucha”. “¡Que vixca la lluita de la dona obrera”. “Si no digo sí, también es violación”.

Carlos de treinta y seis años avanza en la marcha popular encabezando un grupo de jóvenes contrario a “la represión del sistema capitalista sobre las mujeres trabajadoras”, la violencia machista es un medio por el que “garantizar la presión de clase y de género también, la ultraderecha defiende estas ideas, no se combaten estas ideas con consecuencia, hay muchos chicos que están de acuerdo con la lucha feminista”. “¡Irene, hermana esta es tu manada!”, desfila Podem València portando pancartas: “Podem, Gracias Irene, sólo sí es sí, se acabó”, “Podem Burjassot”, “El abuso es agresión, y ya mi mundo es otro”. “Tiene nombre, es violencia machista, 25N. PSPV/PSOE”. “El machismo nos mata. (Asociación Vecinales Cave-Cova)”.

“No estamos todas, faltan las internas”. “Mujeres en acción, trabajadoras sector hogar cuidados, (Sim Valencia)”. “Espai Obert El manantial. Por una sociedad justa, diversa y tolerante”. “Tavernes Blanques contra la violencia de género”. “Resistencia Feminista València”. “Compromís, ¡el masclisme mata, no el practiques, no el justifiques, no el negues, no sigues complice!”. “Asociación de mujeres Antares”. “Espai Figa, Feministes Inclusive, Gènere Abolicionistes”. “No me quieras tanto y quiéreme mejor. Iglesia Evangélica, marcha contra la violencia de género”. “Iaiaflautas”. “Coordinadora Feminista de València”. Los feminicidios, en España, a principios de diciembre del año en curso se contabilizaban en noventa y nueve.

Apuñalamientos, disparos con pistolas y escopetas, decapitaciones, mutilaciones, machetazos, estrangulamiento, palizas, precipitación desde ventanas y balcones, degollamientos. El segundo trimestre del dos mil veintitrés ha sido trágico con un aumento notable de la violencia de género mientras las condenas son menos numerosas con sentencias absolutorias, denuncias archivadas, sobreseídas o sin resolución. Los medios de información también son hervidero de machismos y micromachismo donde generalmente al frente de relevantes secciones hay hombres que, en algunos casos, vetan opiniones de profesionales femeninas “porque yo soy quien decido”. La violencia de género puentea todos los derechos y en la élite la opacidad es dogma fundamentado en la sacrosanta consigna de una clase privilegiada vinculada con lo dicho por el jesuita y orador francés de origen burgués, Louis Bordaloue: “En el origen de todas las grandes fortunas hay siempre cosas que hacen temblar”.

Texto: Ángeles Sanmiguel

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